Gottfried Alexander Maximilian Walter Kurt von Cramm, nacido en 1909, además de un montón de nombres y un apellido sonoro como el restallar de una fusta, poseía una extraordinaria habilidad con la raqueta y una elegancia sobre la cancha que, a decir de los que le vieron jugar, rara vez se ha vuelto a dar. Tales cualidades le llevaron a ser seleccionado para el equipo internacional alemán, con el que ganó la Copa Davis cuatro años consecutivos, triunfo que redondeó en 1934 con los torneos de Hamburgo y París, los más importantes que en aquellos años se jugaban sobre arcilla. El público lo adoraba. Alto, rubio, guapo, educado y elegante, era el sueño imposible de todas las muchachitas del Reich. Imposible mayormente, no sólo porque Gottfried estaba casado sino porque estaba secretamente liado con el -repito, el- joven cantante judío Manasse Herbst.
Las autoridades nazis, que ignoraban lo del judío, decidieron que von Cramm era el mejor ejemplo de superhombre germano en almacén, así que trataron de emplearlo para sus fines publicitarios. Gottfried Alexander quien, como la mayoría de la vieja aristocracia -supongo que también como la mayoría de los amantes homosexuales de actores judíos- despreciaba a los nuevos mandamases, los mandó a freir espárragos. Los espárragos, lamentablemente, no eran muy apreciados por la policía del Reich, que, en venganza, se puso a escarbar en su vida hasta dar con un judío en ropa interior. Mala cosa en aquellos pagos. Mala de verdad.
Llevado a juicio, Godofredo fue condenado a un año de prisión. Se libró de algo peor porque su inmesa popularidad animó al tribunal a apreciar una atenuante rocambolesca: enajenación mental derivada de las infidelidades de su mujer con un deportista francés. Para mí que lo del adúltero gabacho fue lo que conmovió al tribunal. El encornador llega a ser de Leipzig y el tenista acaba gaseado.
Cumplida su pena, en mayo de 1939 el noble pelotero decidió reemprender su carrera deportiva. Ganó el torneo londinense de Queen's y, cuando se disponía a participar en Wimbledon, la organización le retiró la invitación por considerar que "no era adecuado permitir la entrada de presidiarios en el club". Quiso Godofredo desquitarse ganando el Abierto de los Estados Unidos, pero el gobierno americano le negó el visado, por no desear la entrada en el país de "delincuentes sexuales". Probó seguidamente suerte en Roma, pero el gobierno alemán le ordenó regresar de inmediato a Berlín. La causa del regreso era de antología: el gobierno temía que en un torneo repleto de superhombres arios -la guerra acababa de empezar- acabara ganando un desafecto fornicador de hebreos.
A esas alturas, von Cramm era ya muy consciente de la conveniencia de quitarse de enmedio antes de que lo vistieran a rayas y lo perfumaran con Zyclon-B, de modo que se presentó en la oficina de reclutamiento más cercana y se alistó, como soldado raso, en la División Acorazada Hermann Goering, que partía hacia el frente a la mayor brevedad.
Finalizada la guerra, el barón -heredó el título cuando su hermano la espichó- tomó de nuevo la raqueta, ganó un par de campeonatos nacionales, hizo fortuna importando algodón, se casó con la mujer más rica del mundo y se mató en un accidente de tráfico en El Cairo, en 1976.
Una vida completita la del barón.