Puesto que antesdeayer les hablé de los buenos anfitriones es justo que les hable hoy de los huéspedes pésimos.
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Cuando Pirítoo, rey de los lapitas se disponía a casarse con Hipodamía hubo de enfrentarse al recurrente dilema de todos los novios. ¿Debía invitar a sus primos brutos del pueblo? El problema de Pirítoo era más acuciante de lo normal pues sus primos brutos del pueblo eran los asilvestrados centauros. El rey lapita, optimista o inconsciente, cursó las invitaciones y,como era previsible, se lió parda.
A mitad de banquete los centauros se la agarraron fina. En lugar de gritar "¡vivan los novios!" y cortar la corbata del contrayente con una motosierra, los cuadrúpedos se empeñaron en violar a la novia. No se les fue la idea de la cabeza hasta que Pirítoo y sus colegas se la abrieron a garrotazos.
Ayer, la sección polonesa de la corte lapita me invitó a una adelantada cena de nochebuena polaca. Afortunadamente, la tradición prohíbe el alcohol en dicha fiesta, de modo que ninguna idea erótico-salvaje brotó en mi sesera. Para mi desgracia, el vino se sustituye con copiosas dosis de zumo artesanal de ciruelas(*), tan delicioso como intestinalmente destructivo.
El pudor de mis anfitrionas quedó por completo a salvo. Las Naciones Unidas estudian, sin embargo, declarar su retrete como zona catastrófica.
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(*) Se trata en realidad de la kompota, un dulce bebedizo a base de ciruelas, manzana, pera, clavo, cáscara de limón, azúcar y otras especias.