Por la presente les comunico que declaro un alto el fuego indefinido e internacionalmente verificable y prometo no escribir más hasta que escriba de nuevo.
Que tengo sueño y me voy a dormir, concho.
martes, enero 11, 2011
Alto el fuego
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martes, diciembre 09, 2008
Mephitidae
El etarra común (Mephitis vasconum) intenta, en ocasiones, valerse de aquella táctica. Sin embargo, comoquiera que la alimaña vascuence acostumbra a usar pantalones, lo único que consigue es emporcarse la vestimenta y, de paso, alegrarnos el día a los ciudadanos de bien.
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miércoles, diciembre 03, 2008
El tren
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viernes, diciembre 07, 2007
Las grullas de Íbico
Die Kraniche des Ibykus!" -
Und finster plötzlich wird der Himmel,
Und über dem Theater hin
Sieht man in schwärzlichtem Gewimmel
Ein Kranichheer vorüberziehn."
A Íbico, poeta lírico griego, lo mataron unos ladrones camino de Corinto. Era Íbico muy devoto de los dioses y viendo, mientras agonizaba, que unas grullas lo sobrevolaban clamó: "¡Aves consagradas a Apolo, vengad mi muerte!"
Los asesinos, que eran naturales de Corinto, recogieron sus ilícitas ganancias y acudieron al teatro a distraer la tarde con espéctaculo, versos y vino. Recitábanse, precisamente, poemas del asesinado cuando una estruendosa bandada de grullas sobrevoló el teatro. Uno de los matarifes, que debía de ser tan lenguaraz como supersticioso, se creyó maldito de los dioses y, con el rostro demudado, comenzó a gritar:
"- ¡Los vengadores de Íbico! ¡Los vengadores de Íbico!"
Por sus palabras, los corintios supieron no sólo la muerte del poeta sino que pudieron, además, identificar a los asesinos, los cuales fueron inmediatamente apresados, juzgados y condenados.
La expresión "las grullas de Íbico" perduró en el lenguaje culto como sinónimo de la hipotética justicia divina que aguarda siempre al malhechor. Por el mismo precio hubiera podido servir para designar la cobardía en su grado extremo, porque si el asesino hubiera mantenido el ánimo indemne y la boca cerrada nadie en todo Corinto hubiera sospechado de él.
Nuestro Presidente del Gobierno no ha matado nunca a nadie ni se espera que lo haga. En materia de asesinos lo más que se le puede reprochar es la culpable ingenuidad de pensar que los más encallecidos matarifes de la península se dejarían convencer por su pausado verbo de lama de Valladolid. Los criminales, experimentados en timar a nuestros sucesivos gobiernos, aprovecharon el rato para reorganizar su matadero. Insisto. Como mucho, ingenuidad culpable. Un crimen, desde luego, no.
No obstante, ahora que los asesinos han reabierto el negocio, resulta previsible que haya gente que no se aguante las ganas de silbar al paso del gobernante. Puesto que de haber acertado en su apuesta hubiera sido el primero en presentarse a recibir aplausos, es de recibo que no se esconda de los silbidos. Claro, que nuestro presidente, un hombre valiente, lo que se dice valiente, tampoco parece ser. Sin ir más lejos, hoy ha restringido el acceso a un funeral para ahorrarse el concierto de pitos con que le pudieran agasajar.
Menos mal que el hombre nos salió político y no criminal.
Llega a meterse a bandolero y prohíbe las grullas.
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domingo, diciembre 02, 2007
Zenón de Elea
Parménides de Elea negaba la realidad del movimiento. Sé que suena raro, pero los filósofos presocráticos eran así.
Un griego clásico normal, de menú del día y sin aspiraciones intelectuales veía a un paisano corriendo detrás de un apuesto muchacho y pensaba:
- Anda, si Filippos el Epirota se ha enamorado del hijo del alfarero y pretende declararle su amor detrás de esos arbustos.
Parménides, en cambio, veía la escena y cogitaba:
- Mis ojos me engañan, pues he creído ver que la vana apariencia de Filippos el Epirota corría en pos de la inexistente forma del hijo del alfarero. Tanto esto como los jadeos que se oyen detrás de los arbustos son hechos intrascendentes, pues a un cerebro bien amueblado no se le escapa que el ser es, que el no-ser no es y que todo lo demás son ganas de complicarse la vida.
Con semejante manera de pensar lo extraño es que Parménides empleara parte de su tiempo, o de su no-tiempo, o de su vana apariencia de tiempo o de lo que fuera, en ligarse a un apuesto paisano adolescente llamado Zenón, llevárselo a los arbustos e instruirlo en sus doctrinas.
Parménides debía ser bastante bueno aleccionando mozuelos pues, llegado su discípulo a la edad adulta, elaboró este complicadas paradojas que mostraran a los incrédulos la inexistencia del movimiento y la aguda intelección de su maestro. La más célebreentre ellas es la paradoja de Aquiles y la tortuga:
"Aquiles, el de los pies ligeros, desafía en carrera pedestre a una tortuga. Ya que corre mucho más rápido que ella, le da una gran ventaja inicial. Al darse la salida, Aquiles recorre en poco tiempo la distancia que los separaba inicialmente, pero, al llegar allí, descubre que la tortuga ya no está, sino que ha avanzado, un pequeño trecho. El aqueo sigue corriendo, pero a la nueva posición de la tortuga, el tenaz bicharraco ha avanzado un poquito más. De este modo, Aquiles no ganará la carrera, ya que la tortuga estará siempre por delante de él."
La conclusión es más falsa que un euro de madera, pero la fábula tiene mucho encanto y ha sido origen de profundas meditaciones. La última la de nuestro Ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, quien acaba de declarar:
"Con cada no condena de un atentado estamos más cerca de la ilegalización de ANV".
Veinte o treinta asesinatos más y la tortuga es nuestra.
A partir de ahora, Rubalcaba de Elea.
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