lunes, noviembre 21, 2005

En la que el capitán divaga sobre la educación, la religión y las bellas artes

Al capitán Achab le gustan los museos y los de su ciudad los conoce bien... Quien tiene la osadía de acompañarle en sus sábados culturales (generalmente algún pariente) sufre un perjuicio que una ventaja recompensa: a cambio de escuchar las mil y una teorías sobre arte que el muy pedante del capitán cuenta sin ser invitado, recibe, sin aumento de precio, una somera explicación de los temas mitológicos que sirven de base a tantos cuadros.

El capitán Achab no posee esos conocimientos por su vida marinera o por revelación olímpica. Al capitán Achab, cuando era pequeño le regalaron un libro de mitología griega y romana (eso cuenta él, aunque en realidad se lo robó a su padre). Seducido por aquellas fantasías, se pasó media infancia leyendo una y otra vez las rijosas aventuras de Zeus, el desventurado matrimonio de Hefesto, el azaroso nacimiento de Dionisos, el errático vagabundeo de Odiseo, el trágico destino del fauno Marsias y el resto de las abigarradas historias que nutrían la religión de los griegos. De haber nacido en el siglo IV, el capitán Achab hubiera simpatizado con el emparador Juliano.

Que sus esporádicos acompañantes agradezcan estas historias no se debe a la seductora oratoria del capitán: se debe a que sus oyentes las ignoran en su mayoría. Cuando alguien decidió hace unas decenas de años jibarizar la enseñanza de humanidades en el bachillerato proclamó que la cultura clásica de la juventud no corría peligro, pues el estudio de la mitología antigua sería recogida por asignaturas transversales como la Historia del Arte.

Hace unos días, el capitán escuchó del portavoz de una asociación estudiantil que a nadie debía preocupar que las futuras generaciones ignoraran las tradiciones y mitos del cristianismo, pues estos serían recogidos por asignaturas transversales como la Historia del Arte.

El capitán Achab sospecha que si en su vejez logra convencer a un nietecito para acompañarlo a un museo, tras arrancarlo de la holotelevisión, la consola de realidad virtual, del orgasmatrón alleniano o el artefacto que por entonces se emplee para achicharrar neuronas, se verá obligado a explicar quién es el melenudo que cuelga de un madero en aquel cuadro de Velazquez, quién aquel improbable individuo que construye un barco desproporcionado en el cuadro de Turner de más allá y quién el tipo que decapita un barbudo en otro de Caravaggio.

A alguien que se ha pasado media vida relatando la maldición de Casandra o la transmutación de Dafne no es esto cosa que le asuste, si no fuera porque sospecha que deberá explicar también a su hipotético nieto qué es un museo y cómo alguien puede estar tan loco como para preferir malgastar sus tardes viendo eso en lugar de presenciar un derbi de mega-júngol en la 3-D visión.

Cuando al capitán Achab le asalta el desánimo le da por escribir en tercera persona.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Me sorprendería pensar que el capitán Achab tuviera que explicar lo que es un museo, si no se lo ha enseñado previamente, si fuera así, pobre de ese posible nietecito pq su abuelete habrá perdido la cabeza y la memoria.
Todo está en nuestras manos, y no en la de los profesores, eso sería caer en un gran error.

Me sorprendo a mi mism@, pero sí, soy yo escribiendo en un blog (??)

Seshat dijo...

Mi abuela -catedrática de griego- me contaba mitos en lugar de cuentos cuando era pequeña. Y uno de mis libros favoritos era uno de mitología contada para niños.
Lástima que los olvidara tan fácilmente (frágil memoria la mia).

Coincido con "usuario anónimo" en que los padres son imprescindibles en la educación y cultura de los niños.

Debe ser un lujo ir con el capitán Achab a un museo.

Besos, capitán

Achab dijo...

Usuario anónimo:

Hay que dar la razón a quien la tiene. Dada las pocas prisas que la reproducción suscita en mí, probablemente, para cuando tenga nietecitos esté irremediablemente senil.

En compensación, prometo hacer lo posible para apartar del estupor cenutrio a la primera generación.

Hasta aquí el acuerdo. Ahora viene la parte del desacuerdo. Si bien es cierto que unos padres perturbadores o apáticos pueden sabotear la labor formativa, también es cierto que su responsabilidad no es total ni debe serlo. En el hogar se aprenden valores como el respeto, la responsabilidad, el amor al conocimiento y el reconocimiento al trabajo bien hecho. Sin embargo, los conocimientos que configuran a la persona bien formada deben estar a disposición de todos y, por ello, deben estarlo en la escuela.

En caso contrario, quien no disponga de un hogar en que la cultura fluya y se haga presente quedará por siempre privado de la posibilidad de acceder a ella.

Croe firmemente que debe existir una escuela pública, seria, dura y eficaz para que el hijo de unos humildes agricultores de Toledo pueda, con enorme esfuerzo y una voluntad inconmovible llegar a ser ingeniero industrial. Si mi padre tuvo esa oportunidad, a la que yo debo cuanto tengo, quiero que otros lo tengan. Y eso no se logrará con una educación estabularia y complaciente que iguale a los alumnos por su mínimo común denominador.

Achab dijo...

Seshat:

Mi abuelo, agricultor manchego contaba historias labriegas: magnífico complemento a mis mitológicas lecturas.

Acompañarme en un museo puede ser privilegio o tortura. Es cuestión de probarlo. Afortunadamente quienes opinan lo segundo no repiten y los primeros pueden disfrutar a su placer de la verborrea artística de este su humilde capitán.

Seshat dijo...

De acuerdo en lo que respondes a Usuario Anónimo. El problema es que ese tipo de escuela donde todos tengan iguales oportunidades independientemente de dónde provengan no existe y por lo que parece, no va a existir.

Los que no repiten en las visitas a museo se lo pierden. No hay nada mejor que ir a ver un museo, edificio histórico, exposición, etc. acompañado de alguien que sabe y que te puede descubrir todos los secretos que a los profanos se nos escapan.
Ojalá yo supiera de algo y se lo pudiera contar a los demás, sin embargo, por mi profesión sé de muchas cosas sin saber de nada en realidad :(

Besos

Achab dijo...

Seshat:

Igualdad de oportunidades es más de lo que pido. Me conformo con oportunidades para todos, que es más asequible.

En cuanto a saber un poco de todo no es tan mala opción. Te lo dice un diletante en treinta campos y experto en ninguno. Además, sospecho que pintar, escribir o componer como aficionado es divertido más divertido que hacerlo cuando de ello dependen tus habichuelas.

Así que el plan es este: aprobar las oposiciones, garantizarse las habichuelas y luego disponer del abundante tiempo libre subsiguiente para todas mis actividades pseudoartísticas.

Gacela dijo...

Mi exninyo me contaba historias mitológicas en mis noches de insomnio o cuando estaba enferma. Me gustaban especialmente la de Perséfone y la de Orfeo y Eurídice. Y sobre todo sus ojos brillantes mientras hablaba :-)

Conozc a otra que se apuntaría a esas visitas al museo acompanyada del capitán.

Achab dijo...

Pues a este paso tendré que organizar una.. con paraguas en alto e historias a tutiplén