viernes, enero 18, 2008

Hipocondria

De chiquitín, mi hermano sufría de hipocondria en su estado más agudo. En un chaval sano, enérgico y fortachón tan intenso temor a fenecer entre horribles dolores quedaba completamente fuera de lugar. No obstante, es un hecho comprobado que el miedo es libre y la mente caprichosa. La de mi hermano no toleraba un mundo sin su persona y punto final.

Háganse una idea leyendo la anecdotilla siguiente. Estaba Starbuck un día jugando con unas afiladas tijeras cuando nuestra madre, para apartarlo del pernicioso e inelegante riesgo de rebanarse un dedo, sacarse un ojo o podarse el apéndice nasal, exclamó:

- ¡Niño! No juegues con eso que vas a coger el tétanos.

Alarmado, el chavalín preguntó:

- Mamá, ¿qué es el tétanos?

- Una enfermedad que si te da, te mueres.

Nunca lo hubiera dicho. Mi hermano se imaginó agonizando, después cadáver y, enfrentado con la imagen de su pronta mortalidad, su tierno cerebro se cortocircuitó. Perdida la facultad de mantenerse en pie, su cabeza cerró la escena repicando la señal de la una contra el radiador del salón.

El tiempo ha pasado y, con su transcurso, mi hermano ha abandonado la esperanza de llegar a inmortal. Sabedor de la brevedad de la existencia humana, el desengañado Starbuck anima la suya fumando tabaco, churrupando orujo, paladeando vino y engulliendo jamón. Ante semejante defección, su madre ha tomado en las manos el vacante caduceo de la hipocondria familiar. En un día normal, su salutífera pulsión se calma leyendo revistas médicas y racionándonos la sal, pero, ayer, la vida le permitió manifestar sus miedos sin freno, tasa o inhibición.

Mientras se acicalaba, la pobre confundió el frasco de la laca con otro de quitamanchas en aerosol. Después de rociar su cabello con líquido cáustico y respirar su pequeña porción de mefíticos vapores, mi temerosa progenitora se comenzó a preocupar:

- ¡Ay si me he intoxicado! ¡Ay si me pasa algo!

Entre lamento y lamento, con raudo proceder, la aspirante a difunta se embuchaba un buen vaso de agua.

Ahí intervine yo:

- Mamá, ¿se puede saber para qué bebes tanto?

- Por el veneno, para ver si así lo elimino.

- O lo metes más adentro...

Menos mal que, en nuestra cocina, no queda a la vista el radiador. Para tocar las ocho de la mañana hay que desmayarse un montón de veces.
.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Le recomiendo mi dieta desintoxicante: un dia a base de apio licuado.
O se desintoxica, o se le pasan las ganas de hacerlo.
Eso si, la piel se queda genial.

Tamaruca dijo...

¡Madre mía, mi hermana también es hiponcondríaca! Empiezo a creer que no somos hermanitos, que es una especie de desdoblamiento extraño de personalidad o algo así :O

Cattz dijo...

Que sepas que tu blog no me quiere y me borró 6 veces el comentario que había escrito.
Ahora ya ni siquiera lo recuerdo :'(

Luis dijo...

Mi padre hacía lo mismo, pero con coñac! Coincidencia? Ja, ja, ja..

Anónimo dijo...

Osea, que en tu casa sabéis la hora que es en función de los virus o tóxicos ingeribles que tengáis en ese momento. Vaya lío. Por cierto, ¿Qué hora tienes?

Anónimo dijo...

Igual de tóxicos son todos esos champús exóticos que usan las mujeres de hoy en día por el "módico" precio de 5 euros en bote.

El miedo no responde a las estadísticas, Capitán.

Saludos,


Coronel Yan Liu

Esther Hhhh dijo...

Capi, me encanta vuestra madre, sin duda... Angelita. Seguro que fuisteis vos quien dejó el bote quitamanchas en el lugar de la laca, para ver que ocurría..

besitosss

Achab dijo...

Criaturilla:

Eso es peor que envenenarse.

Tam:

No cabe duda, son los genes.

Cattz:

Blogger malo.

Luis:

Es otro estilo.

Glenclous:

Las 23:45 que son un montón de cabezazos.

Coronel:

Como yo sólo me hecho agua clara de la fuente y habón del lagarto...

Esther:

Soy inocente de todas las acusaciones, jo.