jueves, abril 16, 2009

Advertencia contra franceses bajitos

"¿Quién es el enemigo de nuestra felicidad?--......---
– El Emperador de los Franceses.----------------------------

¿Y quién es este hombre?--------------------------------
– Un nuevo Señor infinitamente malo y codicioso, prin- 
cipio de todos los males,y fin de todos los bienes; es el
 compendio y depósito de todos los vicios y maldades."

Catecismo Patriótico, 1808




De los franceses conviene fiarse lo justo.  Se les ve tan entretenidicos mojando su cruasán en el café au lait que es fácil pensar que son inofensivos.  No lo son.  Lo más benéfico que se puede esperar de nuestros vecinos del norte es que nos eliminen del mundial de fútbol y nos vendan películas infumables como indiscutibles obras maestras. La peor variedad de gabacho, con todo, es el francés bajito: la mala uva, aunque sea de la región de Champagne, es más nociva si se concentra. En 1808, un gabacho chiquitín de apellido Bonaparte se nos coló en el país con la excusa de zurrar a los portugueses y nos costó un lustro de trabucazos devolverlo al otro lado del istmo.

Al Presidente de nuestro Gobierno le ha pasado tres cuartos de lo mismo. Como Nicolas Sarkozy, pequeño mandamás de los franceses, le pasa de tapadillo a las cumbres del G-20 y le propina palmaditas en el hombro, don José Luis se ha figurado que el francés pretende ser su amigo. Imposible. En cuanto se le ha ido la mano con el burdeos, el taimado galo ha revelado su natural perfidia:

- "Puede que Zapatero no sea muy inteligente, pero yo conozco a personas que eran muy inteligentes y no han llegado a la segunda vuelta de unas elecciones."

Un par de copazos más tarde, monsieur Sarkozy la emprendió con el resto de sus aliados: que si Angela Merkel está agobiada con la crisis, que si Barack Obama carece de la experiencia necesaria para el cargo que ocupa...  

Tenga usted más respeto y desahóguese con el tonto de su pueblo, que para eso está.   

¡Ah! y la próxima vez que le rellenen la copa recuerde a Napoleón I, que también empezó su carrera repartiendo sopapos desde París y acabó mirando la puesta de sol en Santa Helena.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

No es que no tenga razón...
y no ter metas con los bajitos, jo.

Anónimo dijo...

Pues si yo hubiera vivido la epoca... reconozco que hubiera sido una afrancesada! (Mejor que al tocavainas que nos colocaron despues...)

Embajador dijo...

Me ha venido a la cabeza el famoso poemilla:

Coge un puño de tierra corrompida,
un quintal de mentira refinada,
un barril de impiedad alambicada
y una azumbre de audacia bien medida.
La cola del pavón coge, extendida;
del tigre la uña ensangrentada;
del corzo el corazón, y la taimada
cabeza de la zorra envejeada.
Todo esto, bien cosido en un talego
del exterior halagüeño, hermoso y blando,
arrimarás de la ambición al fuego.
Déjalo que se vaya incorporando,
y tú verás sin duda cómo luego
sale un Napoleón de allí volando.

Achab dijo...

Anónimo:

Con los bajitos franceses hay que meterse siempre.

Anónimo:

El imperio no estaba mal, peor nuestro papel era llevar las chancletas al jefe.

Embajador:

Cuánto tiempo llevaba sin leerlo. Gracias por la cita, caballero.