El titán Prometeo era un amable bribón con debilidad por los humanos.
En cierta ocasión, dioses y hombres discutían sobre qué parte de los animales sacrificados había de corresponder a cada cual.
Prometeo, fiel a sus simpatías, aleccionó a los humanos y les enseñó la manera de estafar a los dioses. Bajo sus indicaciones, los hombres prepararon dos montones. Uno, que contenía la carne más suculenta, estaba cubierto por las más repugnantes vísceras; el otro sólo contenía huesos recubiertos de piel y reluciente grasa. Los dioses, que confiaban en la estulticia de los humanos y no estaban prestando demasiada atención, eligieron el montón de los huesos encerados.
Les cuento esto porque el otro día, leí un artículo de prensa en el que un avispado comentarista político aseguraba que las potencias occidentales no verían con malos ojos una patición de Libia siempre que el petróleo correspondiera a los rebeldes y a Gaddafi los camellos.
No sé si será verdad o mentira. Pero aunque así fuese, el coronel no tendría de qué quejarse. A fin de cuentas, lo están tratando como a un dios.
miércoles, marzo 30, 2011
A cada cual lo suyo
Categorías: mitos, noticiario, política
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