Mi primer teléfono móvil parecía el zapatófono de Mortadelo. Eso sí, ya fuera porque le cabía dentro la batería de un camión Pegaso, ya fuera porque lo único que podías hacer con él era llamar y mandar mensajes, tú lo ponías a cargar el sábado y ya podías pasearlo tranquilo el resto de la semana.
Esos felices tiempos, para mi mal, pasaron. Mi nuevo móvil es un chiquitín ligero y vistoso con más utilidades que un bazar chino en día de fiesta; pero tantas y tan variadas cosas hace el cacharro que la batería le dura un suspiro.
La consecuencia, bien lo imaginan es que el chisme se pasa el día enchufado a la pared mientras yo me pregunto por qué demonios lo sigo llamando móvil.
lunes, octubre 10, 2011
Movilidad
Categorías: teléfono rojo, yo mismo y mi circunstancia
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3 comentarios:
Convendrás en que suena mucho mejor que transportable :D
Qué bien. Yo tengo un "portátil" anclado en una mesa.
¿Alguien más se suma al club?
Moi aussi. Ah, los tiempos del motorola 7500...
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