lunes, julio 04, 2011

Del latrocinio como una de las Bellas Artes

Desde que me alquilé un apartamentito en el monte para pasar los fines de semana en la deleitosa compañía de los ruiseñores y las truchas, vivo condenado al atraso informativo. En general, semejante desconexión del mundo es beneficiosa para mi baqueteado encéfalo, pero también es grande lástima que temas tan jugosos como la detención de media sociedad de autores me pillen inventariando eucaliptos.

Lo dicho: ya tiene gracia que le lean sus derechos a los gestores oficiales de los derechos de autor. Aunque, bien pensado, todo obedece a la más estricta de las lógicas. A fin de cuentas un creador es alguien que no se conforma con los caminos trillados y pone su intelecto a la búsqueda de nuevas sendas pendientes de exploración. Natural que los creadores carpetovetónicos no se conformaran con los medios de afanar que la ley ponía a su alcance y buscaran medios novedosos de ensacarse el parné.

El camino lo abrio Thomas de Quincey escribiendo "Del asesinato como una de las bellas artes." Nadie se extrañe si Teddy Bautista ha perfeccionado el sistema para incluir el latrocinio entre la rumba y el pop.

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