"No hemos interiorizado lo que significa un euro [...]
y cuando dejamos un euro de propina por dos cafés
damos una gratificación exagerada que tiene un im-
pacto no cuantificado en el diferencial de inflación de
España respecto a otros países de la UE."
P. Solbes, Ministro de Economía
Hay que reivindicar al Cid Campeador.
Sí, ya sé que el tipo era un barbudo imperialista que mataba musulmanes, se paseaba por media península armado hasta los dientes y debelaba fragmentos de los països catalans sin tener siquiera la decencia de hablar barceloní en la intimidad; pero el hombre, al margen de tales futesas, era un economista tremebundo, un Keynes en armadura y un Samuelson con espadón.
¿Que no se lo creen? Recuerden conmigo aquellos célebres versos de Ruben Darío:
"[...] Rodrigo de Vivar pasa, meditabundo,
por una senda en donde, bajo el sol glorioso,
tendiéndole la mano, le detiene un leproso.
Frente a frente, el soberbio príncipe del estrago
y la victoria, joven, bello como Santiago,
y el horror animado, la viviente carroña
que infecta los suburbios de hedor y de ponzoña...
Y al Cid tiende la mano el siniestro mendigo,
y su escarcela busca y no encuentra Rodrigo.
-¡Oh Cid, una limosna! - dice el precito.
-Hermano,
¡te ofrezco la desnuda limosna de mi mano!
-Dice el Cid; y, quitando su férreo guante, extiende
la diestra al miserable, que llora y que comprende."
¿Un detalle de noble hidalgo burgalés? ¡Quia! Una decisión socioeconómica de incalculable relevancia. Con esa propina escamoteada se contuvo la inflación, como poco, hasta el siglo XVI.
No lo digo yo. Lo dice el ministro del ramo.
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