Ayer sábado me pasé media mañana, o más exactamente la mañana entera, pluriempleando el ordenador en funciones de minicadena. La mayor parte de las veces que me pongo a hacer esto acabo escuchando una sola canción en un insano y eterno bucle continuo. En esta ocasión, la cansina iteración musical fue realizada mediante la repetición de “Stuck inside of Mobile with the Memphis Blues again”, letra y música originales de Mr. Bob Dylan. Teniendo en cuenta que llevo media vida sosteniendo que este muchachote es un alienígena robótico cuyo timbre de voz fue cruelmente diseñado en el planeta Trafalmadore para achicharrar a la media hora de escucha los centros neurálgicos básicos del cerebro humano y, de este modo, facilitar la posterior ocupación del planeta, la cosa tiene su mérito. De todos modos, hay una justificación genética: mi padre lleva haciendo lo mismo toda su vida. Claro que él lo hace con un ballet de Mikis Theodorakis basado en melodías del folclore cretense y eso está libre de toda sospecha de intervención tramalfadoriana; los extraterrestres son raritos, pero no tanto.
El caso es que la cancioncilla provocó uno de esos procesos de cerebración inconsciente que tan propios me son. Arrancando de la repetida mención a la ciudad de Mobile y tras unas cuentas piruetas históricas la cosa acabó en la corte mexica con el emperador Moctezuma II. Comoquiera que la costumbre de esta bitácora es contarles precisamente este tipo de historietas procedo a narrarla en orden cronológico, que si la cuento con todos los recovecos con los que brotó en mi cabeza descarrilamos en la primera curva.
Cuando Cortés llegó a México, el chiringuito estaba al cargo de los mexicas, impropiamente llamados aztecas, cuyo jefe de negociado era el depresivo e inestable emperador Moctezuma II, el gran señor ceñudo. La historia de cómo nos traspasamos el negocio y de cómo el pobre Moctezuma murió apedreado por sus propios paisanos es de sobra conocida y ha sido frecuentemente empleada como argumento para demostrar el supuesto carácter racista y genocida de la colonización española de América. Teniendo en cuenta por una parte que los mexicas eran una casta militar de introducción reciente que oprimía a las poblaciones preexistentes con un organizadísimo régimen de terror religioso, militar y caníbal y por la otra que las partes del continente donde más indígenas subsisten son precisamente las que ocupamos nosotros –pregunten por los mohicanos, si no se fían- la acusación de genocidio no deja de ser un tanto hipócrita y ventajista.
En cuanto a la de racismo, pues miren, al menos en un principio, la cuestión fue más social que racial. Muchos conquistadores tomaron mujer entre la nobleza india y defendieron con éxito en España las pretensiones de hidalguía de su descendencia. Un caso palmario fue precisamente el de los descendientes de Moctezuma. El mexica no sólo había jurado fidelidad al emperador Carlos sino que se había dejado el pellejo en cumplir su compromiso. El nieto del mexicano emigró a España y defendió su pleito de hidalguía con tanto éxito que el Rey Felipe II concedió a su hijo, Pedro Tesifonte de Moctezuma, el título de Conde de Moctezuma de Tultengo.
En fin, el caso es que pasaron los años y, en la desembocadura del río Mobile, en la costa del actual estado de Alabama (EE.UU.), lo cual no pilla demasiado lejos de los antiguos dominios del emperador lapidado, los franceses fundaron una ciudad que acabaría por tomar el nombre del río. Años más tarde, la población pasó a manos británicas. La ciudad no tuvo mayor importancia hasta la guerra de Independencia de los Estados Unidos. Hartos de que los rebeldes se escurrieran hacia el interior después de cada revés, los británicos desarrollaron un plan definitivo para librarse de ellos: desembarcar en el sur y atrapar a los ejércitos norteamericanos entre dos fuegos. Sin embargo, para cuando quisieron asegurarse el control del puerto de Mobile, indispensable para sus designios, toparon con que allí se atrincheraba una nutrida fuerza de españoles, aliados de los rebeldes, sin ningún ánimo de arriar la bandera. Por una de esas curiosidades que tiene la Historia los defensores estaban comandados por un aguerrido aristócrata de nobilísimos antecesores: el General Jeronimo Girón y Moctezuma, que obligó a replegarse a los ingleses con numerosas bajas.
Así que ya lo ven, los franceses, que tuvieron a Lafayette paseándose junto a Washington sin demasiadas consecuencias prácticas se las apañan para salir en todos los libros, películas o telefilmes que tratan el tema. Los españoles, en cambio, no salimos ni en las notas al pie y eso que empleamos el novelesco procedimiento de mandar a combatir al descendiente directo de un emperador indígena. No sé quien gestiona nuestra publicidad histórica, pero lo hace de pena.
Y por cierto, antes de que nadie lo diga: sí, mi cerebro también lo ensamblaron en Trafalmadore.
domingo, mayo 06, 2007
With the Memphis Blues Again
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4 comentarios:
"Por eso, cuando des a los necesitados, no lo anuncies al son de trompeta, como lo hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que la gente les rinda homenaje. Les aseguro que ellos ya han recibido toda su recompensa. Más bien, cuando des a los necesitados, que no se entere tu mano izquierda de lo que hace la derecha, para que tu limosna sea en secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará."
Mateo 6, publicista
Son unos exhibicionistas. Claro que dime de qué presumes...
La verdad es que siempre nos hemos vendido de pena. El gen del complejo debe ir unido al de la boina.
Tamaruca:
Teniamos que haber contratado a Judas, que le sacaba mucha mas rentabilidad.
Gin:
Bah, ahora estan de capa muy caida, ya ni presumen. solamente queman coches.
Suri Kata:
Es que las boinas tienen el rabito corto y eso acompleja.
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