martes, febrero 15, 2011

Por el bien del alma

Desde hace muchísimo tiempo, los peregrinos que pasan por la Cruz de Ferro, en León, arrojan una piedra en su base como símbolo de los pecados a los que renuncian.

A imagen de los peregrinos, cada jefe que se acerca a mi mesa, me deja un fardo de papelujos. Espero que, por lo menos, les sirva para salvar sus negras almas.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

JOP

Hans dijo...

Ah, amigo... si supieras cómo se rearticula eso en tiempos de fusiones...

Carmen J. dijo...

A mi también me pasa. Y en ocasiones, prefiero una piedra. Al menos se tiene la certeza de lo que pesa y para lo que sirve...