viernes, marzo 09, 2007

Atenas 406

Hoy voy a contarles una historia con moraleja. Como de costumbre, será necesario viajar en el tiempo y en el espacio. Será un viaje largo, pues habremos de desplazarnos hasta Atenas y retroceder al año 406 a.C.

Llegados a la ciudad ática encontraremos a la mayor parte de sus ciudadanos reunidos para enjuiciar a seis generales. Se les acusa de impiedad y mala conducta. Para ellos se pide la muerte. Sin embargo, si queremos entender el trasfondo de este proceso deberíamos realizar un somero repaso de la historia griega de aquel siglo.

Alrededor del año 460 a.C. Atenas era la más próspera de las polis griegas. Regida por el ambicioso y capaz Pericles y apoyándose en una poderosa flota, la ciudad fue extendiendo su influencia. La pequeña polis se había convertido en un pujante y expansivo imperio naval. Tal estado de cosas preocupaba a otras ciudades importantes, Corinto y Esparta, principalmente, que, antes de que la tendencia fuera irreversible, decidieron enfrentarse en el campo de batalla al poder ateniense. Pericles, juiciosamente, ordenó que se abandonaran los campos y que la población se refugiara en la ciudad. Alimentarlos no era problema: la inmensa flota ática importaría las provisiones que necesarias fueren. De este modo, todos los veranos, los peloponesios estrellaban inútilmente sus tropas contra los muros de Atenas. Mientras el enemigo agotaba sus recursos y sus hombres en inútiles esfuerzos, Atenas se entretenía en saquear impunemente las costas adversarias.

Pero aquella acumulación inusitada de gente en la ciudad tuvo nefastas consecuencias. Una se dejó sentir muy pronto: el hacinamiento de los refugiados contribuyó a la rápida propagación de las epidemias. Muerto Pericles en la gran peste de 429 a.C, Atenas quedó descabezada.

Los siguientes años evidencian una progresiva crisis en la ciudad. El cuerpo ciudadano, ocioso y desocupado, se dedicó a la política con desmedida afición. Malacostumbrados a victorias logradas sin esfuerzo, a la vida muelle y la seguridad que les proporcionaba el Estado, los atenienses cada vez se conducían de un modo más infantil e irresponsable: divididos en banderías y partidos políticos tan sólo cimentados en el odio mutuo, el lucro personal y la venganza abandonaron la sabia dirección de la cosa pública para entregarse a sus disputas. La lógica y el buen sentido abandonaron los debates. En su lugar entraron el sofisma, la demagogia y el engaño...

Mientras tanto, poco a poco, iban perdiendo la guerra y consumiendo su flota en vanas aventuras sin sentido.

El año 406, la situación era realmente dramática. Una poderosa flota peloponesa asediaba la importante ciudad de Mitilene, capital de Lesbos y aliada de Atenas. Los atenienses improvisaron una fuerza naval, la flota original estaba ya en el limbo de los justos, zarparon con prisa y lograron una brillante, sorprendente, inesperada y casi definitiva victoria militar. Sin embargo, finalizada la batalla, se desencadenó una fortísima tormenta. Los comandantes atenienses decidieron no arriesgar más la vida de sus hombres y volver a Atenas sin recoger los cadáveres de sus compañeros muertos.

Sus enemigos políticos no iban a desaprovechar una oportunidad tan fácil de perderlos.

Conforme regresaron a su patria, los generales fueron arrestados y acusados de impiedad. "¡Abandonaron a los héroes muertos! ¡Los privaron de los ritos funerarios y el descanso eterno! ¡Impiedad! ¡Impiedad!" - clamaban los acusadores. Los ciudadanos, volubles y fácilmente conmovibles mandaron ejecutar a los acusados.

Apenas diez meses más tarde, la flota ateniense -superior en número pero carente de comandantes avezados en el mando- fue destrozada por los espartanos en la batalla de Egospótamos. Privada de suministros, Atenas hubo de rendirse sin condiciones y aceptar una total sujeción a los intereses espartanos.

La moraleja se la dejo a ustedes. Yo sólo les digo que, cada día que pasa, la España del siglo XXI me recuerda más al Ática del V a.C.

7 comentarios:

Deyector dijo...

A ver si me entero, tenemos que poner de patitas en la calle a Rajoy y los obispos, que son los que traen "el sofisma, la demagogia y el engaño", además de introducir crispación e intentar avivar odios ¿no?
¡Qué sabio es usted, Capitán!

querida_enemiga dijo...

Eres un genio.

Hans dijo...

En fin. Impecable, como siempre, y es todo lo que puedo decir, que si no los paladines de la tolerancia y el buen rollito se cebarán también con este blog y no es cuestión (razón en Vladivostok, últimamente)

Hans dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Pues la verdad es que a mí también me recuerda la situación...Es triste, una aquí estudiándose cómo debe manejarse la cosa pública, dejándose los cuernos para aprender las reglas de una buena administración y creyéndose los principios generales del Derecho ¿para qué?Para que luego la vida política se rija por las mismas reglas que un patio de vecinos. Me desanima.

Hans dijo...

Creo que mi contención no valió de nada. Ese comentario suprimido es sospechoso.

Achab dijo...

Deyector:

Maduritos para los espartanos, lo que yo les diga.

Querida_enemiga:

Nein, tengo genio, que mola más.

Hans:

Ups, ya he visto cómo anan las cosas con su troll. El de aquí venía cancelado de serie.

Blonde:

Deberían darnos un cursillo adicional de manejo del garrote o algo así.