Si hay que creer a Sir Henry Rider Haggard, y el autor de "Las Minas del Rey Salomón" no es precisamente el mejor informador posible para los asuntos del África austral, entre algunas tribus bantúes existía la costumbre de honrar a los personajes ilustres fallecidos prohibiendo mencionar su nombre. De este modo, cada vez que era necesario nombrarlos, se hacía forzoso elaborar una perífrasis que aludiera a ellos. Este esfuerzo consciente y continuo contribuía, paradójicamente, a mantenerlos en el recuerdo colectivo.
Por estas latitudes no tenemos muchos valientes guerreros que honrar, pero lo mismo debiéramos plantearnos homenajear a la democracia de forma paralela antes que el abuso del término "democrático" para todo momento y ocasión acabe por devenir en incurable epidemia.
La primera manifestación de esta virulenta infección la observé hace ya muchos años. El representante de una asociación estudiantil amenazaba con enviar a sus simpatizantes a la huelga en defensa de "una educación científica y democrática". Mi hermano y yo quedamos muy desconcertados por la declaración, así que decidimos esforzarnos en hallar a qué diantres se refería este muchacho. Tras mucho deliberar, acordamos que la aludida educación científica y democrática debía de consistir en lo siguiente. Cada vez que fuera necesario impartir un nuevo conocimiento, el profesor lo sometería a votación determinándose la respuesta correcta por el voto mayoritario -ésta es la parte democrática- . Aquellos que votaran con la mayoría serían recompensados con una ración de alimento, mientras que los minoritarios recibirían una descarga eléctrica -que es la parte científica, como ya habrán adivinado-.
Si por entonces hubiéramos sabido de lo contagioso de la enfermedad nos hubiéramos ahorrado el sarcasmo, hubieramos alertado a la Cruz Roja y tras proveer de mascarillas y desinfectantes a la población, hubieramos librado al país de una espantosa epidemia prosódica. Nuestra infantil ignorancia lo impidió y ahora es demasiado tarde. Hace unos meses sorprendí a un destacado líder político proclamando su voluntad de realizar "una labor democrática y constructiva en el ámbito de la legítima discrepancia democrática" y ayer, sin ir más lejos, otro destacado y cursi prócer nacional afirmó no preocuparse mucho por las críticas dado que él "posee una gran paciencia democrática".
Esto de la paciencia democrática es casi tan complicado como lo de la educación... Tendré que consultarlo con Starbuck. Lo mismo es que, cada vez que el político de marras recibe una crítica, se reúne con los afiliados de su partido y deciden, votando a mano alzada, si ignorar al discrepante o partirle la cara a mamporros.
Ahora que lo pienso eso será democrático pero es muy poco paciente. A lo mejor es que tardan mucho en reunirse, en votar o en darse de galletas y por eso son pacientes.... Bueno, no sé, la verdad es que no tengo ni idea de cómo funciona esto.
Si alguno descubre la solución que me la cuente.
viernes, junio 08, 2007
Democracia para todo
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3 comentarios:
No sé si será el mismo cursi que yo digo, pero si es el de la paz perpetua, a lo mejor se refiere a la tira de años que se pasó en el parlamento en plan búho ("no habla, pero se fija").
Un ignorante, un voto. Ale, ya está demostrada la democracia de las afirmaciones XD
Suri Kata:
Ese, el mismo.
Cattz:
Injusto, debieran tener 2.
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