Cuando yo era un pequeño alevín de gafapasta, una de mis múltiples perplejidades era cómo demonios había conseguido la Esfinge jalarse a media Tebas con un enigma tan cutre y facilón, pues, no nos engañemos, eso de "¿cuál es el animal que en la infancia tiene cuatro patas, dos en la madurez y tres en la ancianidad?" (1) no es mucho más complicado que aquel tan hispánico de "oro parece, plata no es".
El origen último de mi estupor era que la imagen que yo tenía de don Edipo y el bicharraco, la de un plato ático que mi libraco de mitos griegos empleaba como ilustración, era la siguiente:
Así no había modo humano de evaluar el problema en toda su complejidad, pues de semejante dibujito la única información relevante que se podía obtener es que el sastre de Edipo era aún más vago que el de Tarzán. Del sombrerero habría más que decir, pero no tengo por costumbre insultar a artesanos muertos.
Claro, que los alevines de gafapasta no sólo nacen, despues crecen en edad, tamaño y gafapastismo, aumentando sus conocimientos y aproximándose de este modo a la verdad. La primera pista útil me la ofreció un cuadro del francés Gustave Moreau, muchísimo más ilustrativo que la loza de mi infancia. En ella, un Edipo semidesnudo y buen mozo lanza furtivas miradas al escote de la Esfinge, que a su vez pone las garras donde el demonio le da a entender.Ya estaba yo bien encaminado cuando otro cuadro gabacho me entregó la solución en bandeja. En la versión del tema que pintó Ingres -va a ser verdad eso de que hay mucho vicio en París de la Francia-, el chaval no disimula lo más mínimo. En el otro, si se es así de cándido, puede pensarse que el viandante mira a los ojos del enigmático engendro, pero en éste no caben dudas: el mozo está a lo que está.
Ahora ya podemos afirmar con resolución por qué nadie solucionaba tan fácil acertijo. Los griegos de turno llegaban donde la esfinge, ésta les preguntaba y ellos comenzaban a razonar:
- A ver cuatro patas, luego dos y al final... pero mira si se le ven las te... ¡Céntrate, Kalíkrates, céntrate! A ver, de joven son cuatro escotes... que nó, a lo que íbamos, si cuando es pequeña, vale pequeñitas pero firmes... ¡Kalíkrates! piernas, piernas, piensa en piernas...
Y claro, se les iba el tiempo como agua en beneficio de la gula del monstruito.
Sí, ya sé lo que van a decir ahora: "¿y cómo demonios se sustrajo Edipo a las rastreras tácticas hipnótico-pechugonas de la bicharraca?".
Muy sencillo. Recuerden a Freud. Edipo prefería las de mamá. (2)
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(1) No, la solución no es "un actor porno", pero casi.
(2) Vale, ya sé que a esas alturas de la historia Edipo aún no conocía a su madre, pero como diría don Sigmund, su subconsciente sí.
5 comentarios:
Veo que Perlimpina crea escuela, y de calidad. Que siga la racha.
Anda que hay que estar necesitado para que te ponga una especie de loro tetudo!
Digo yo que los actores pornos, en su senectud, tampoco podrán usar su miembro de bastón, requisito que indica el acertijo... pero mentes recalentadas haberlas , háilas.
Algunos hay que asustan, como el retirado Rocco, pero incluso la postura del instrumento no permite el uso indicado.
Un saludo.
Mi querido Capi, es obvio que como buen griego, a Edipo le iban más los jovenzuelos... Y a juzgar por lo que cuenta la historia, las damas de cierta edad. Evidentemente, la esfinge no entraba ni en una ni en otra categoría...
Besos
Antón:
Pues ahora que lo dices sí que es un tema muy a la Perli.
Gin:
Con muslitos de minino.
Burnout:
Por eso mismo no es la solución.
Esther hhhh:
Edipo era raro hasta para ser griego.
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