Hoy El País incluye un reportaje sobre Andrés Rabadán, el asesino de la ballesta y los inquietantes dibujos a bolígrafo que realiza en el manicomio.
Viendo estos dibujos me he acordado de una curiosísima obra que se expone en la Tate Gallery de Londres: "El Golpe Maestro del Duende Leñador" de Richard Dadd. La obra, un óleo sobre lienzo de reducido tamaño representa a un grupo de hadas y duendes que se aprestan a observar la habilidad con el hacha del mencionado leñador. Suena ñoño y azucarado, pero el cuadro es un billete de ida y vuelta al escabroso paisaje interior de la locura.
Richard Dadd era un pintor victoriano de mediano talento y rasante inspiración. Sus cuadritos de hadas y duendes, perfectos para colgar junto a la chimenea le permitían un acomodado y tranquilo vivir. A los 25 años, Sir Thomas Newport lo contrató para que inmortalizara con su pincel los paisajes que ambos vieran durante un viaje por Oriente Medio y Egipto. El periplo iba como la seda hasta que los viajeros llegaron a Egipto. En un crucero por el Nilo, Dadd, tras abusar del hachís y otros alucinógenos locales, sufrió una crisis de locura tan intensa que creyó entrar en contacto con Osiris, el descuartizado dios egipcio de la muerte y la resurrección.
Repatriado a Inglaterra, el joven se dispuso a cumplir con las sugerencias que su nuevo amigo inmortal le vertía en el oído El primer paso consistió en matar y descuartizar al padre del artista. Cumplida su tarea, Dadd huyó al continente. En Francia le atrapó la policía intentando degollar a un turista. En su poder, la lista de personas que, a juicio de Osiris, debían ser reducidas a ragut. El primero, el padre del pintor; el último, el Papa de Roma.
Convencidas de la incurable enajenación del señor Dadd, la autoridades británicas lo encerraron de por vida en el manicomio de Bedlam. Allí don Ricardo, privado de practicar el asesinato se aplicó con enloquecida dedicación a la pintura. Su obra maestra, la que da título a esta entrada es fruto de nueve años de trabajo incesante y maniática fijación.
Se nota. Las capas de pintura se acumulan una sobre otra dotando al cuadro de una cierta tridimensionalidad, detalles de imposible precisión y minúsculo tamaño saturan la retina y provocan una sensación de angustia, miedo e incomodidad, la enajenada mirada de los personajes te persigue allá donde mires, los desmayados colores remiten al recuerdo de una pesadilla febril...
Y el protagonista es un tipo que se dispone a golpear con un hacha algo que tapa la vegetación.
Tratándose de la pesadilla de un homicida delirante puede que sea mejor así.
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5 comentarios:
Pues el que está hecho a boli me gusta.. Será por los azules... No sé, tiene su punto, jejeje... Con esa escalerita, y esos esqueletos queriendo pillar al tipo que sube.. Me gusta.
Besitos
PD: Ala Capi, ya os he dado un poquito de trabajo, leyendo y dejando mensajito en tooooooodos los posts que llevaba de retraso, empezando por piratas y menos el de los cactus que ya sabéis que ya contesté, jejejee....
Más besitooossss
Sigo prefiriendo un Kandinsky, ya sabes XD
Además, no le veo el detalle de una cuchara de madera por ningún lado :(
Queen compuso que era una nuez, lo que iba a tajar el leñador.
Quién sabe...
Yan Liu
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muy interesantes las dos referencias...
especialmente después del regalo de los cactus para decorar el despertador
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Esther:
Pues a mí me da un mal rollito...
Cattz:
Lo mismo algún duende lleva.
Yan Liu:
En todo caso una avellana, pero no sé yo, que hay un monje que extiende las manos delante del leñador.
Maníasmías:
¿Degollar a mi padre? Quite, quite. Yo soy más de laxante en el café.
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