En su "Historia Universal de la Infamia", el escritor argentino Jorge Luis Borges trazó las biografías ficticias de una serie de personajes de inquietante maldad. El honor de abrir plaza recae en Lazarus Morell, quien, como líder de una banda de desalmados, habría desarrollado un cruel plan de enriquecimiento en la Norteamérica esclavista de principios del XIX. Dejemos que lo cuente don Jorge, que para eso él tiene un premio Cervantes y yo no:
"Recorrían —con algún momentáneo lujo de anillos, para inspirar respeto— las vastas plantaciones del Sur. Elegían un negro desdichado y le proponían la libertad. Le decían que huyera de su patrón, para ser vendido por ellos una segunda vez, en alguna finca distante. Le darían entonces un porcentaje del precio de su venta y lo ayudarían a otra evasión. Lo conducirían después a un Estado libre. Dinero y libertad, dólares resonantes de plata con libertad, ¿qué mejor tentación iban a ofrecerle? El esclavo se atrevía a su primera fuga.
El natural camino era el río. Una canoa, la cala de un vapor, un lanchón, una gran balsa como el cielo con una casilla en la punta o con elevadas carpas de lona; el lugar no importaba, sino el saberse en movimiento, y seguro sobre el infatigable río... Lo vendían en otra plantación. Huía otra vez a los cañaverales o a las barrancas. Entonces los terribles bienhechores (de quienes empezaba ya a desconfiar) aducían gastos oscuros y declaraban que tenían que venderlo una última vez. A su regreso le darían el porcentaje de las dos ventas y la libertad. El hombre se dejaba vender, trabajaba un tiempo y desafiaba en la última fuga el riesgo de los perros de presa y de los azotes. Regresaba con sangre, con sudor, con desesperación y con sueño."
Completadas unas cuantas transacciones y puesto el dinero a salvo, Morell y sus secuaces apiolaban al esclavo, le ataban un pedrusco a los pies y lo arrojaban a lo más profundo del Misisipi.
Uno pudiera pensar que semejantes abismos de iniquidad no son posibles fuera de la mente de un bibliotecario cabreado, pero, a juzgar por lo que publica la prensa, no es así. Según cuenta EL PAÍS, el gobierno de Colombia está investigando un acto delictivo cuya crueldad escalofriante recuerda a las andanzas de Morell. Se sospecha que miembros del ejército colombiano puedan haber secuestrado decenas de jóvenes menesterosos para disfrazarlos de guerrilleros, ametrallarlos por la espalda y presentar sus despojos abatidos como muestra de heroísmo y combatividad.
Dan ganas de añadir un apéndice al libro del argentino. El tal Lazarus sería infame hasta la médula pero, por lo menos, tenía la decencia de ser un personaje de ficción.
"Recorrían —con algún momentáneo lujo de anillos, para inspirar respeto— las vastas plantaciones del Sur. Elegían un negro desdichado y le proponían la libertad. Le decían que huyera de su patrón, para ser vendido por ellos una segunda vez, en alguna finca distante. Le darían entonces un porcentaje del precio de su venta y lo ayudarían a otra evasión. Lo conducirían después a un Estado libre. Dinero y libertad, dólares resonantes de plata con libertad, ¿qué mejor tentación iban a ofrecerle? El esclavo se atrevía a su primera fuga.
El natural camino era el río. Una canoa, la cala de un vapor, un lanchón, una gran balsa como el cielo con una casilla en la punta o con elevadas carpas de lona; el lugar no importaba, sino el saberse en movimiento, y seguro sobre el infatigable río... Lo vendían en otra plantación. Huía otra vez a los cañaverales o a las barrancas. Entonces los terribles bienhechores (de quienes empezaba ya a desconfiar) aducían gastos oscuros y declaraban que tenían que venderlo una última vez. A su regreso le darían el porcentaje de las dos ventas y la libertad. El hombre se dejaba vender, trabajaba un tiempo y desafiaba en la última fuga el riesgo de los perros de presa y de los azotes. Regresaba con sangre, con sudor, con desesperación y con sueño."
Completadas unas cuantas transacciones y puesto el dinero a salvo, Morell y sus secuaces apiolaban al esclavo, le ataban un pedrusco a los pies y lo arrojaban a lo más profundo del Misisipi.
Uno pudiera pensar que semejantes abismos de iniquidad no son posibles fuera de la mente de un bibliotecario cabreado, pero, a juzgar por lo que publica la prensa, no es así. Según cuenta EL PAÍS, el gobierno de Colombia está investigando un acto delictivo cuya crueldad escalofriante recuerda a las andanzas de Morell. Se sospecha que miembros del ejército colombiano puedan haber secuestrado decenas de jóvenes menesterosos para disfrazarlos de guerrilleros, ametrallarlos por la espalda y presentar sus despojos abatidos como muestra de heroísmo y combatividad.
Dan ganas de añadir un apéndice al libro del argentino. El tal Lazarus sería infame hasta la médula pero, por lo menos, tenía la decencia de ser un personaje de ficción.
6 comentarios:
No tenía el nobel
Ups, pues tiene razón. Ahora la cambio por el Cervantes, que ese sí.
Amigo Capitán, soy Colombiano y pensé que iba a hablar de otra infamia de las nuestras, una peor que haría ver su ejemplo como una fruslería.
Hoy mi país está muy triste. Hoy la risa habría que conseguirla en el mercado negro.
Muchas gracias por su blog. Muchas gracias por hacernos reir (Aunque no sé si esa sea su intención)
¿Y sabe lo peor capi?...que no necesita tomar un avión para encontrar el ejemplo. A los europeos de dentro de 50 años les sorprenderán los documentales sobre cuanto llegaron a manipular y experimentar con los de europeos de ahora...(en este mundo industrializado o eres MUY listo o eres MUY tonto)
¡Colombia, querida!
El país donde el corcho se hunde y el plomo flota.
Estupendo blog, Capitán. Con su permiso, espero volver a visitarlo.
Forastero:
He estado mirando la prensa colombiana y desde luego, ayer tuvieron un día de perros.
Cubana:
Sí, pero aquó los muertos son de corchopán.
García:
Otra cosa no, pero en Colombia el plomo abunda.
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