domingo, septiembre 27, 2009

¡Ojo con los canapés, que se indigestan!


El rey Juan II de Francia, un traicionero pajarraco coronado, tenía problemas con sus parientes más cercanos, los cuales discutían su derecho al trono. Particularmente intrigante era su primo Carlos, Rey de Navarra, quien contaba con el apoyo de buena parte de la nobleza y, particularmente, con el de Juan, conde de Harcourt, el más poderoso y respetado señor de Normandía.


En un alarde de bienintencionado optimismo, el delfín Carlos, hijo y heredero de Juan II, pensó que todo esto se arreglaba pagando una buena cena y un par de rondas de vino francés. En abril de 1356, convocó a los desafectos nobles a un banquete en Ruan, a quienes dio la seguridad de hallarse bajo el amparo de su palabra. La palabra del delfín debía de valer su peso en oro, pues el desconfiado navarro y su secuaz de Normandía acudieron sin recelo. Otra cosa bien distinta era el precio de mercado del honor del rey francés, el cual se presentó a la hora del postre con una compañía de ballesteros, prendió al navarro, abofeteó al normando y mandó que este último fuera muerto sin juicio ni confesión.

Historias parecidas hay mil en la Historia: Vlad Draculea se la jugó de igual modo a sus boyardos, Miguel IX a Roger de Flor... y es que no puede uno fiarse de los homenajes. La gente es muy rata y, si te paga unas copas es para meterte mano, acuchillarte la espalda o robarte el parné.

Miren si no lo que le ha pasado a Roman Polanski, que fue a recoger un premio en Zurich y puede acabar recogiendo pastillas de jabón en las duchas de una cárcel de California.

3 comentarios:

Esther Hhhh dijo...

Éste no vuelve a ir a un festival a por un premio, ni así le regalen un avión privado forrado de oro... Lo que yo os diga Capi.

Besitos

Ferrolobo dijo...

Cierto.
La indigestión de Roger de Flor fue de acero.
:)

Achab dijo...

Esther:

Lo mismo al de mister Sing-Sing sí que va.

Ferrolobo:

Sí, no fueron demasiado majetes con él.