Inmediaciones de la Academia, hora indeterminada de un día de cante. El capitán y otros opositores se empeñan en la habitual cháchara matanervios.
Opositora: No me lo sé, no me lo sé, el preparador se va a cabrear conmigo...
Achab: Sí te lo sabes. Si no te saliera bien, tú pon cara de pobre niña rubita con ojos azules injustamente maltratada por el destino, que eso siempre funciona.
Opositora: No son azules, son grises.
Achab: Son clarísimamente azules.
Opositora: Grises. Llevo veintitantos años con ellos y nunca han sido otra cosa que grises.
Achab: Busquemos una tercera opinión.
El capitán llama a una segunda opositora.
Achab: Necesitamos un desempate. ¿De qué color tiene esta señorita los ojos?
Opositora bis: Verdes.
Achab: Vale, me rindo. Menos mal que con los míos no hay duda posible: son indudablemente marrones.
Ambas opositoras a coro: ¡Son negros!
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Nota al pie:
Antes de ser lapidado en plaza pública o acogotado con un libro de Marcial aclaro el anterior post: mis amigas son encantadoras, inteligentes cultas y amenas por definición. Lo que, según Starbuck, me aburre es el proceso de ligoteo en sí.