En un capitán locuaz, navegante y bucanero como yo, el valor se presume. Mi inconsciencia se encarga, además, de refrendar tal suposición.
Son muchos los ejemplos de mi estupidez valerosa, pero las clases de gimnasia de mi adolescencia fueron, tal vez, el más cumplido de ellos. Dada mi innata falta de habilidad gimnástica resolví aplicar un arrojo extremado e inconsciente a modo de remedio. Toda mi actividad deportiva de aquellos días parecía impulsada por el siguiente e insalubre principio: "si a la primera ocasión no saltas el potro, toma en la segunda el doble de impulso". El resultado de tanto arrojo fue una clavícula que me hace eses y una vértebra ligeramente descolocada.
Pero así como me creo inmune a todo tipo de golpes, caídas y porrazos, cuando se trata de dolencias médicas me transmuto en una nena llorona y temblorosa. Tal vez sea por los pavorosos antecedentes coronario-vasculares de mi familia, pero el caso es que, si me sangra la nariz recelo la existencia de una terrible lesión cerebral, si es un oído temo haber perdido el tímpano; si, como es el caso hoy, lo que me sangra es la retambufa, sospecho que un cáncer maligno y feroz esté royendo mis intestinos.
De modo, que aquí estoy yo, pidiendo hora para el médico, meditando la conveniencia de otorgar testamento ológrafo y poniéndole una vela a Teo con la humilde solicitud de que la cosa quede en que las mismas arterias que a mi padre se le cierran en el corazón a mi se me revienten en el culo.
martes, mayo 16, 2006
De la inconsciencia y la hipocondria
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
6 comentarios:
Menos mal que las sardinillas del sabado no llevaban guindilla.
Pues no sé pero eso parece un tanto... como poco incómodo (y de un indiscreto que ni le cuento).
Esteee... por si te pasare algo, me ofrezco como padre adoptivo del pingüino. Por lo demás: superada, muy superada.
Que te mejores Capitán. A ver si va a ser de pasar tanto tiempo sentado estudiando....
Amén.
Que te mejores :*
Hipocondria:
Pues sí, menso mal.
Gin:
Asaz incómodo, a fe mía.
C.:
Está bien, pero cúidelo con mimo que el pingüino es muy cariñosón.
Elenita:
A ver si va a ser eso...
Eride:
En fin, a ver qué dice mañana el médico.
Publicar un comentario