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Cuando el escritor inglés sir Pelham Grenville Wodehouse residía en Hollywood, aún estaba en vigor la célebre "Ley Seca". No obstante la interdicción legal, sir Pelham guardaba en su bodega una notable provisión de whisky, distribuida en dos lotes. Para agasajar a sus visitas, almacenaba unas cuantas botellas del carísimo "Haig & Haig 5 estrellas", para su consumo privado, Mr. Wodehouse se contentaba con una marca inferior cuyas botellas se administraba con frecuencia y generosidad.
A pesar de tan sólidas precuaciones, sir Pelham descubrió una tarde que su provisión alcohólica se había volatilizado. Tras hacer repaso mental de su consumo y considerar imposible que él solito se hubiera ventilado las existencias, decidió ajustar cuentas con Horace, su mayordomo, un imponente caballero negro, de impecable vestir y cuidadosos modales que cobraba 60 dólares a la semana por abrir la puerta y mirar con desprecio a las visitas. Llamado a capítulo, el fámulo se presentó con elegante parsimonia:
- ¿Señor?
- ¡Horace, ha estado usted bebiéndose mi whisky!
El semblante del sirviente se alteró tanto cuanto permitía la rigida compostura de su oficio. El desprecio y el asco pugnaban en su descompuesta faz:
- Señor, yo jamás tocaría esa porquería. Yo sólo me bebo el Haig & Haig cinco estrellas.
Por si les interesa saberlo, el mayordomo conservó su trabajo. Mr. Wodehouse cobraba una pasta de varios estudios de cine a cuenta de escribir unos guiones que jamás se llevaban a escena. En semejantes circunstancias laborales, le hubiera parecido escandaloso despedir a un mayordomo tan elegante, tan sincero y de tan exquisito paladar.
Se preguntarán qué motivo tengo para contarles esta historia. Sencillo, llevo dos días leyendo en EL MUNDO la kilométrica entrevista de Pedrojota a Zetapé y cada vez estoy más convencido de que nuestro amado líder se está preparando un cómodo retiro como mayordomo californiano.
- ¡José Luis, ha estado usted bebiéndose mi whisky!
- Sí, señor, y he de decirle que los negociadores de Batasuna-ETA a los que se lo serví se quejaron airadamente de su calidad. Lamento comunicarle que la falta de resultados de mis gestiones para lograr la paz se deben, en buena medida, a su escandalosa cicatería.
- Lo lamento mucho, José Luis.
- Que no vuelva suceder, señor.
Oigan, que no es ninguna tontería. Sesenta dólares de los años treinta, más alojamiento, comida y whisky es todo un pastizal.
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8 comentarios:
Con la diferencia de que la sinceridad de Horace no puso en evidencia al encargado de la bodega.
Una de las intervenciones más brillantes de Hommer Simpons trata, a mi juicio, sobre la "ley seca". Cuando intenta instaurarla en su ciudad, afirma: "La ley seca, qué tontería, ya lo intentaron en el cine y fracasaron".
Hay quien ve la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio.
Que sabio el refranero popular...
http://www.nodo50.org/tortuga/article.php3?id_article=3400
¿Con "amado líder" te refieres a Pedrojota o a ZP?
¿Crees que Horace también leería a Espinoza?
Siempre me ha gustado la idea de tener un mayordomo; aunque se bebiera hasta el Nenuco.
Sólo decir que el mayordomo es más sincero que ZP, seguro que más elegante y le queda mejor el traje.
A todos en general:
Blogger pasó a mediodía de subir mi respuesta y ahora me da pereza. Me estoy echando a perder, pero se quedan con la respuesta en bloque.
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