miércoles, abril 11, 2007

Del buen rey Enrique, séptimo de su nombre


Ayer les prometí un rollete sobre Enrique Tudor. Como soy buen chico se lo voy a contar.

Ya les adelanté que su madre, Margarita Beaufort, era bastante jovencita (12 años en la concepción y 13 en el parto), pero las prisas estuvieron justificadas. A fin de cuentas su padre, Edmundo, conde de Richmond, no llegó vivo al nacimiento de Enrique el 28 de enero de 1457. A los pocos meses del desposorio, el buen hombre tuvo la mala idea de contagiarse de la peste y, como era costumbre, la espichó ipso facto.

Después de tal infortunio, el jovencito conde de Richmond fue enviado a educarse con su tío paterno: Jasper Tudor. El tal Jasper era un intrigante de cuidado y desde su más tierna edad imbuyó a Enrique de sus ideas políticas, que se reducían, a grandes rasgos a afirmar que el trono de Inglaterra pertenecía al joven huérfano. En qué demonios se basaba para ello es otra cuestión: el mejor título para el trono que Enrique podía presentar era ser nieto del segundo marido de la viuda de Enrique V, que a su vez era el padre del primo del hermano del rey Ricardo III.

Por si se han perdido se lo repito: Enrique era el nieto del segundo marido de la viuda del padre del primo del hermano del rey Ricardo III.

Si alguien argüía que el parentesco venía un poco cogido por los pelos, sir Jasper tenía otro argumento complementario: por parte de madre, Enrique era el bisnieto del hijo ilegítimo del tío del rey Ricardo II, a su vez primo del padre del primo del hermano del rey Ricardo III.

Esta también se la repito, que se me lían: Enrique era bisnieto del hijo ilegítimo del tío del primo del padre del primo del hermano del rey Ricardo III.

Si esto tampoco resultaba convincente, el amigo Jasper te mandaba matar y punto, que para eso era dueño de medio Gales y un señor feudal de los que ya no se hacen.

Volviendo a la historia, los años pasaron y Enrique, que salió a su querido tío, tras sobornar convenientemente al Rey de Francia desembarcó en Inglaterra, venció y dio muerte al rey Ricardo en la batalla de Bosworth (la de "mi reino por un caballo", por cierto) y se coronó Rey de Inglaterra con efectos retroactivos al día anterior a la batalla. ¿Con efectos retroactivos? ¿Para qué? Fácil, eso convirtió automáticamente en traidores a todos los nobles que combatieron en Bosworth al lado de Ricardo, los hacía reos de muerte y entregaba de iure sus bienes a la corona, lo cual, teniendo en cuanta que le debía una pasta al Rey de Francia le vino de perlas.

Claro, que uno se pone a recaudar y le coge vicio. Asistido de su fiel canciller, el obispo John Morton, Enrique ordenó que se gravara a sus súbditos bajo la siguiente y sabia pareja de principios:

1- Si un súbdito vive en la opulencia, ello demuestra su abundante riqueza y por tanto, es justo que pague más a la Corona;

2- Si un súbdito vive con frugalidad, ello demuestra que es hombre ahorrativo y, por tanto, ha necesariamente de disponer de cuantiosos ahorros que entregar al Rey.

Vamos que Hacienda eran todos, pero de verdad. Por si fuera poco, Enrique consiguió que la Justicia fuera, en todo el país, gratuita. Gratuita para el Rey, se entiende. El monarca creó un cuerpo de Jueces de Paz de potestad anual y retribución nula que se ocuparon de la misma en toda la nación. Si alguno era tan tonto como para rechazar el nombramiento se le recordaba lo fiel súbdito de Ricardo que había sido durante el período de retroacción del reinado de Enrique y, por si las moscas, las hachas y los nudos corredizos, aceptaba en menos que grazna un cuervo de la Torre de Londres.

Supongo que no se extrañarán si les cuento que, para la fecha de su muerte, en 1509, el Tesoro Público estaba que daba gloria verlo. Luego, su hijo Enrique VIII se lo gastó con tan pocos escrúpulos en el dispendio como los hubo su padre en la adquisición. Pero esa es una historia tan repetida que no merece la pena contarla hoy.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay que joderse! Y yo el otro día intentando explicar a mis hijas que los primos segundos, terceros, etc. son familia y ellas empeñadas en que más allá de primo no hay nada.

Tamaruca dijo...

Suele pasar... Dinero que no cuesta ganar, vuela con facilidad. Me solidarizo en ese aspecto con Enrique VIII, los derrochadores nos entendemos entre nosotros.

El apartado "parentescos" es de carcajada. Y si no lo hemos entendido, nos mandas matar y punto.

xD

Anónimo dijo...

Jo qué lio!, amos a ver, ¿no fue este el que las malas lénguas decian que era sifilítico (o fue su hijo)? y ¿no fue este el que se quiso separar de la hija de los reyes católicos y le dijeron que nanai y muy chulo él creo eso del anglicanismo?

Milkus Maximus dijo...

Oiga capitán! Que no sabía de sus dotes como docente blogueril.
Qué espera para hacer fortuna con e-learning?

Anónimo dijo...

Jo, mi madre sacaría una interesantísima leccion sobre esto. Algo del palo de "Mira, los padres siempre trabajando y rompiendose la espalda, para que los hijos vengais y creais que todo el monte es oregano y el dinero crece en los arboles..."

Hans dijo...

Muy didáctico le he visto a V. hoy, querido Capitán.

Achab dijo...

Gin:

Use el método Jasper, si no se convencen les cortas la cabeza.

Tamaruca:

Como yo no aspiro al trono de Inglaterra creo que valdrá con azotarte un poco.

Jody:

En ambos casos el hijo.

Milkus:

A que empecéis a pagar, caramba.

Lazy:

Y si llamamos trabajar a decapitar a tus enemigos políticos, razón tiene.

Hans:

Es que si no cuento estas historias aquí luego no hay manera. Las bellas señoritas rubias suelen ser bastante refractarias a estos rollos macabeos.

Tamaruca dijo...

xDDDDDDD

¡Pero bueno!

¡A que me vuelvo refractaria!

Achab dijo...

Tam:

Calla, tonta, si te va a gustar.

Lek dijo...

A mí los parentescos me han recordado al hermano del primo del suegro del padre de un amigo de Zaplana, que tenía un restaurante xD