El viernes pasado me llegó desde Polonia una botella de vodka amargo. Comoquiera que mi consumo se había limitado al sorbito de prueba y los regalos deben tratarse con mayor cortesía, ayer me decidí rematar la jornada con un chupito de buenas noches.
Mi madre y mi abuela me rodearon con semblantes compungidos:
- Algunos alcohólicos empezaron bebiendo un vasito de vodka.
- ¡Ay, qué pena! ¡Qué pena!
- Al día siguiente se sirvieron dos. Al otro tres. Al poco querían cuatro ya y acabaron por beberse la botella de un trago.
- ¡La botella! ¡Ay, qué pena!
- Un vecino de la farmacia es alcohólico.
- ¡Escóndele ese veneno! ¡Escóndeselo!
- Cuando se vaya a dormir lo tiro por el fregadero.
- ¡Ay qué pena!
Hay una lección que aprender de todo esto. Si no quiero que el alcohol de importación arruine mi salud más me vale comprar un billete de avión y bebérmelo en el lugar de origen.
4 comentarios:
No sabía que ese vodka era tan bueno. Tomo debida nota.
Razón inapelable para ir a visitar a su koala.
Querido Bwana, ¡está riquísimo! Y con aviso previo, estais invitados a mi casa de Varsovia. Prometo cata de los mejores alcoholes, mmmhm.
Bwana:
Tiene premios y todo.
Suri:
Sin duda.
Koala:
¿De todos? Me los vas a matar.
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