En el Tíbet se mira con suspicacia el ferrocarril que une su capital, Lhasa, con Pekín. Los tibetanos que aún se resisten a la sinificación coactiva temen que por el tren les venga una ración doble de comunismo, ateísmo y lengua china que termine de diluir su identidad nacional.
Los terroristas de ETA también están en contra del ferrocarril. Conforme a una tradición muy arraigada en aquel terruño, los heroicos gudaris de Euskal Herría manifiestan su desagrado asesinando ancianos desarmados que se dirigen a echar la partidita de mus. Se preguntarán ustedes qué tienen los matarifes de Vasconia en contra de los trenes. No es difícil de averiguar. Si tenemos en cuenta que los etarras ya son comunistas y Buda no es santo de su devoción tiene que haber sido por lo del chino.
Normal. Con la de horas de ikastola que les habrá costado a esos cráneos privilegiados aprender que "tren", en eusquera, se dice "tren", no me extraña que tiemblen ante la idea de escribirlo en mandarín.
3 comentarios:
Hombre capi, pues esta será una de la pocas ocasiones de la vida en que me quedo sin palabras (que sin tren más de una vez)
Pobre hombre, de verdad
Malnacidos. Ellos.
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