Aprovechando que ayer traje a colación al oso del rey Favila voy a contarles una leyenda piadosa que, además de estar ambientada en la misma época, incluye también un plantígrado fiero. Se conoce que el siglo VIII fue época de mucho oso.
Por aquel entonces, la región alemana de Baviera estaba habitada por una banda de paganazos que adoraba a lo primero que se encontraran por el bosque. El duque Grimoaldo, su señor, que estaba superficialmente cristianizado por ser de familia franca, mandó llamar al obispo Corbiniano, varón de vida santa y considerable labia, para enseñar catecismo a los bávaros.
El asunto de la cristianización de Baviera iba sobre ruedas hasta que al duque se le metió en la cabeza casarse con su cuñada, matrimonio que al obispo le pareció incestuoso. Ni Corbiniano era de los que se callan ni el noble de los que dan su brazo a torcer, de modo que la situación se volvió bastante tensa en la corte. La nueva duquesa, que debía de ser moza brava, quiso solucionar el conflicto asesinando al obispo, pero este, que no tenía prisas por mudarse al cielo, esquivó a los asesinos, enjaezó una mula y enfiló para Roma.
No llevaba mucho camino hecho cuando un oso hambriento mató a la mula. Corbiniano, que ya estaba harto de que todo el mundo le perdiera el respeto, se acercó al oso y le reprochó su impío proceder. La bestia, que tenía más espíritu de contricción que el duque Grimoaldo, agachó la cabeza, se dejó cargar con el equipaje y acompañó al obispo hasta Roma.
Llegado a su destino, Corbiniano liberó al oso, que, indiferente a los atractivos turísticos de la ciudad eterna, dio media vuelta y regresó a su bosque natal(*).
Lo que la leyenda no aclara es de qué se alimentó el plantígrado en el viaje de vuelta. A la ida está claro que se atiborró de mula, pero Baviera está en el quinto pino y los osos tienen bastante saque. Supongo que, a mitad de camino, se zamparía la mula de algún otro desventurado.
Esperemos, por lo menos, que fuera la mula de algún pagano.
-ooOoo-
(*) La historia del oso portamaletas no acaba ahí. Comoquiera que Corbiniano, que regresó a Baviera a la muerte del duque, es el santo patrón de aquellas tierras, el plantígrado figura en el escudo de la diécesis de Munich y Freising, de donde pasó al escudo pontificio de Benedicto XVI, quien, a más de ser paisano del oso, fue obispo de aquella diócesis.
No me digan que no es una brillante carrera para un plantígrado de fábula.
7 comentarios:
Interesantísima historia, sí señor.
El obispo muy valiente, tuteando al oso y, encima, regañándolo.
La duquesa, bragada como élla sola.
Tesoro, qué post más largooooooooooo. Lo leeré luego cuando termine mi labor como registradora (¡IGUALES!) Qué pena que lo mío sólo sea: "Registration Desk", pero lo leeré porque bwana dice que mola
Bah... con un oso como el de la estampita me atrevo hasta yo.
Hombre, si eso del escudo es un oso, yo soy George Clooney!! Pero bueno, la historia buena en cualquier caso. Saludos amigo!
Luis: he intentado escribir un comentario en su blog pero sale un mensaje de que los comentarios están limitados a los miembros del equipo...
Perdone Capitán por usar así su blog. Es que no se me ocurre otro sitio donde decírselo a Luis. Gracias.
Hola Suri Kata...si, los comentarios me han causado algunos problemas últimamente...por eso los he anulado temporalmente...gracias por el intento.
Capitán, disculpas por esta intromisión!
Bwana:
Ya no se fabrican obispos así.
Koala:
Toma y lee.
Suri, Luis:
Mientras no lo empleen para subvertir el orden constitucional yo les dejo.
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