El presidente del gobierno, don José Luis Rodríguez Zapatero, prometió ayer la aprobación de un "Plan Integral de Envejecimiento Activo", que estará listo para el año que viene. Tratándose de un término de nuevo cuño, hubiera sido conveniente explicar en qué consiste. Como el presidente no lo ha hecho, me ocuparé yo de la tarea.
Hace muchísimos años, cuando los dioses nipones aún tenían a bien visitar a los mortales, vivía en la provincia de Tango un joven pescador llamado Urashima Tarō. En el Japón legendario, los niños no eran los torpes arrapiezos con gafas que se parten la crisma en los programas de vídeos caseros. Por aquel entonces, eran tan gamberros, irresponsables y crueles como los niños de cualquier otro lugar. Volvía el pescador de su faena cuando encontró a unos muchachos entretenidos en torturar a una pequeña tortuga marina. Compadecido del pobre animal, Tarō ahuyentó a los vándalos y devolvió el animal al mar.
Un día más tarde, una tortuga de imponente tamaño se acercó a la barca del joven. El reptil, un emisario del Rey del Mar, le comunicó que la tortuga cuya vida había salvado no era el arrugado quelonio que aparentaba ser, sino la bellísima hija del Emperador del Mar, la princesa Otohime. El monarca submarino deseaba recompensar la bondad del joven Tarō concediéndole la mano de la hermosa muchacha. Urashima, que ahora podía respirar bajo el agua por gracia especial de las deidades marinas, acompañó al mensajero a un palacio submarino donde recibió numerosos presentes, honoríficos cargos y riquezas sin cuento. Allí se celebró el matrimonio acordado y Urashima pasó una semana de la más completa felicidad.
Pasado este breve tiempo, el joven esposo solicitó permiso para visitar su aldea y despedirse de su anciana madre. El emperador le desaconsejó partir, pero una propuesta tan razonable no podía ser denegada y Urashima abandonó el palacio camino de su antiguo hogar. Consigo llevaba una pequeña cajita de papel, entregada por su esposa como regalo de despedida y talismán protector. Pase lo que pase, no la abras- le había dicho la joven.
Tras un corto viaje por mar, Urashima alcanzó la costa. En apenas diez días de ausencia la aldea había cambiado de un modo incomprensible. Incapaz de encontrar su propia casa, Tarō comenzó a interrogar a los viandantes. Tras mucho probar, un legañoso y encorvado anciano pudo darle noticias de su familia:
- Urashima Tarō desapareció en el mar hace trescientos años. Yo soy su descendiente de la séptima generación. (1)
Urashima cayó en una melancolía profunda. Sospechando que la misteriosa cajita pudiera contener la resolución del enigma, la destapó. Una bruma blanca envolvió al desdichado nipón, quien envejeció, en un instante, los trescientos años que duró su ausencia. La princesa, al tanto de la diferencia horaria entre ambos mundos, había encerrado en la caja la verdadera edad de Urashima Tarō para intentar protegerle. (2)
¿Se dan cuenta ya de por dónde vienen los tiros del "envejecimiento activo"? Después de cinco años viviendo en un mundo maravilloso de fantasía e ilusión, donde sobraba el dinero y la felicidad crecía en los árboles, ahora nos toca envejecer a golpe de decreto.
Aún peor. Como la magia submarina sale por un pico, mucho me temo que nos van a encanecer a disgustos.
-ooOoo-
(1) Sí, ya sé lo que están pensando. Si Urashima se casó en el fondo del mar y allí no había pasado una quincena, ¿de qué moza descendía este pájaro? Pues miren, ni idea. Entre que los japoneses antiguos eran polígamos, admitían el divorcio y eran bastante liberales en materia de filiación, el tipo podía ser el hipertataranieto de cualquiera.
(2) Volviendo de Canarias te puede pasar lo mismo. Por fortuna, como la diferencia horaria es de solamente una hora, se nota menos.
(2) Volviendo de Canarias te puede pasar lo mismo. Por fortuna, como la diferencia horaria es de solamente una hora, se nota menos.
4 comentarios:
La historia es preciosa... pero yo envejezco activamente, ¡vamos! Tengo más arrugas y canas que el 90% de las mujeres de mi edad.
cosas del Triángulo de las Bermudas ...
la tortuguita encierra una metáfora:
si vas por la vida despacito, despacito, llegarás a viejo.
he ahí la fuente de la juventud, boilá!!
besillos.
Gato:
¿Ha estado trasteando con quelonios?
Zorro:
Y el de León...
Mjjulieta:
Voilá hop!
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