Me han contado que en Vigo, a falta de un barrio gay, los locales de ambiente se concentran en la calle Roupeiro. Dicho de otro modo, cuando un vigués quiere salir del armario procede a meterse en el roupeiro.
No sé si es un caso de normalización lingüística o de integración sexual, pero en esta ciudad se gastan un sentido del humor que vale su peso en tangas de cuero.
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