Cuando yo era un alevín de gafapasta, un sueño recurrente perturbaba mi tranquilidad: detrás de todos mis libros yacía olvidad un cómic de Mortadelo y Filemón de irresistible jocosidad. Tantas veces se repitió la advertencia onírica que resolví poner la biblioteca patas arriba para buscarlo. Igual me hubiera valido ponerme tras la pista del Arca de la Alianza o el continente perdido de Mu. Detrás de las estanterías no había otra cosa que polvo y decepción.
Acabo de vivir una sensación parecida. Quien ha cometido la imprudencia de dejarme sacar a relucir mi perversa anglofilia literaria se ha visto obligado a escucharme comentar qué magnífica introducción y despedida tiene el encantador arribista Mr. Ferdinand Lopez en la novela "The Prime Minister" de Antony Trollope. El resto de la novela es bastante prescindible pero uno no puede dejar de admirar como, en el primer capítulo, Mr. Lopez se presenta en el despacho de un agarrado negociante de la City y le levanta, con resplandeciente descaro, 750 libras. Igualmente inolvidable es la desaparición del personaje: al final del tercer volumen, Mr. Lopez, desesperado y sin blanca, se arroja delante del expreso de Inverness y se disuelve en la misma nada de que salió.
Tanto he hablado de ello en los últimos tiempos que, hace unos meses, decidí releer esos dos capítulos. La novela, necesaria para llevar a efecto mi resolución, no aparecía por ningún lado. Al igual que en mi infancia, desalojé cada volumen de su estantería para no lograr nada y acabé por dudar si el libro tendría existencia más allá de mi imaginación.
"The Prime Minister" apareció ayer dentro de la caja de un juego de ordenador.
En circunstancias normales trataría de averiguar quién fue el insensible facineroso que lo escondió allí. En las circunstancias presentes me parece más importante comprobar si Ferdinand Lopez se sigue suicidando igual de bien.
Cuando termine, tal vez debiera intentar otra vez la caza del Mortadelo. En las cajas de zapatos todavía no he mirado.
4 comentarios:
Yo no encuentro mis Dulcineas de la infancia, snif. Creo que fueron las únicas muñecas que cogí cariño (me gustaba más jugar con mi hermano). Olían que embriagaban, y si las dabas la vuelta se convertían en apetitosos pastelitos. ¿Ande andarán?
En cuanto al comic, ¿has buscado en el trastero? Lo bueno es que en tu casa no se tira nada, solo se "protege" un poco....
Son misterios domésticos, como la desaparición de calcetines en el triángulo de las Bermudas de las lavadoras.
A Camps, por ejemplo, que lleva quince días buscando las facturas de los trajes, le han aparecido los Tintines que no encontraba el año pasado.
Koala:
Se oculta que e sun gasto, chérie.
Suri:
Calle, que como me pidan a mí las facturas de mis trajes a medida me empapelan seguro.
El orden dentro del caos que con tanto ahínco defendemos del resto (léase, la madre propia), parece diluirse con demasiada facilidad con el paso del tiempo. Nuestro yo-pasado conspira contra nuestra cordura...
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