Uno de los caminos más frecuentes y fecundos para la renovación del arte en cualquiera de sus formas es la adaptación de modelos ajenos a la propia sociedad integrándolos en las formas y tradiciones de ésta. La mera imitación no suele prosperar. Querámoslo o no, un arte universal no se antoja posible en tanto no exista una verdadera sociedad universal.
Son muchos los ejemplos que podría dar de artistas que han seguido este camino, pero mi maniatica devoción por los paralelos y un marcado gusto personal me asistirán en la elección de los protagonistas de esta entrada. Contrapondré pues al gran paisajista japonés del siglo XIX Katsusika Hokusai y al escritor egipcio Naguib Mahfouz, recientemente fallecido.
Hay, en efecto, en su devenir como artistas y como hombres interesantes paralelos: ambos nacieron en sociedades muy conservadoras con ideales artísticos muy rígidos y estandarizados, ambos vivieron largas vidas dedicadas a la creación, ambos renovaron sus respectivos campos de acción importando modelos y recursos de occidente. Finalmente, ambos conocieron la incomprensión y el éxito en momentos sucesivos de su carrera. Bien es cierto que don Naguib recibió por añadidura las puñaladas de un islamista embravecido, sin que ningún tradicionalista nipón la emprendiera jamás contra don Katsusika, pero compénsese la cuchillada con el Nobel y concedamos también aquí la pertinencia del paralelo.
Hokusai nació a finales del siglo XVIII, en pleno apogeo de la inmovilista y cerrada sociedad shogun. En su tiempo, la pintura japonesa parecía haberse estancado en la reiteración de modelos tradicionales y estandarizados de origen chino. Hokusai introdujo elementos y técnicas del paisajismo holandés del XVII, pero no como añadidos extraños sino como semilla y fermento de un arte novedoso y profundamente japonés.
Mahfouz hizo algo parecido por la literatura en lengua arábiga, que llevaba siglos centrada en la épica y la lírica. El escritor egipcio le insufló nuevo vigor mediante la introducción y la popularización de la novela de corte occidental y del estudio de personajes, con predilección por los estratos más humildes de la sociedad egipcia. Cierto es que obtuvo antes el reconocimiento en Europa que en su patria, pero la enorme calidad de su obra acabó por marcar indeleblemente el camino que habrá de seguir la literatura en su idioma.
Entristecido por la noticia de su fallecimiento voy a releer "El Callejón de los Milagros", a ver si me aprovecha para algo. A fin de cuentas, a Hokusai ya lo tengo de fondo de pantalla.
viernes, septiembre 01, 2006
Naguib Mahfouz, in Memoriam
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8 comentarios:
Tuve una gastroenteritis y mi padre me regaló un libro de Mahfouz, Mañana de Rosas, para entretener mi convalecencia. Empecé a leerlo y lo dejé, nada raro en mí: los libros que más me han gustado los había dejado siempre antes. Creo que toca retomarlo.
Je, yo he pensado lo mismo cuando me enteré de su muerte. En releer El Callejón de los Milagros, no en Hokusai.
A Hokusai también lo tengo de fondo de escritorio.
Cada vez me caes mejor, mi Capitán
He leído cuatro libros de Mahfouz, por recomendación y escribe maravillosamente bien, es una pasada. las historias que cuenta son tan sencillas que enganchan. Y un hombre muy cabal en sus opiniones y posiciones sociales.
Hará bien.
Creo que voy a ver si conozco a Mahfouz. Ya que gentilmente me lo presentasteis, mi querido Capitán, creo que voy a buscar algo de él y lo leeré... Seguro que viniendo de vos, será interesante.
Besos
Yo como estoy melancólica pienso en el día que te saques la oposición y nos dejes sin estos posts tan aleccionadores.
Elenita:
Mira, tienes la misma costumbre con los libros que mi hermano.
Happy:
Dios mío, telepatía transibérica. ¡Qué divertido!
León:
Un gran tipo, sí señor.
Gin:
¿Verdad que sí?
Esther:
A ello, no le defraudará.
Florecilla:
Si precisamente cuando apruebe es cuando volveré a tener tiempo libre de verdad.
Kleine Blum: lo mejor de todo será cuando saque su oposición. Entonces sí que sí. Y si, por un casual, no, espero que quienes conocemos -mejor que él, ciertamente: para eso es todavía joven e inexperto- su orilla del mundo le persigamos y seamos su conciencia, su Pepito Grillo estético, conceptual y ético, demostrándole que por esencia no hay incompatibilidad alguna entre la dignidad de la profesión u oficio y la decencia en los desempeños parelelos. Mucho más importante lo segundo, btw.
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