Hay quien afirma con ánimo laudatorio, que Zapatero se parece a Obama. Otros, menos entusiastas, señalan que es Obama quien se parece a Zapatero. Puede parecer lo mismo, pero no lo es. En cualquier caso, el discurso del señor Obama en El Cairo puede ser un buen baremo para evaluar la verdad de aquellos asertos.
Ciertamente, ambos prefieren manejarse en el campo del buenismo teórico, que es suave y huele a lomo de ángel, antes que darse un paseo por la realidad, que tiene la desagradable costumbre de pinchar y estar llena de barro. También es común la costumbre de adaptar su permeable discurso a la composición del auditorio: si los oyentes visten chilaba, "Allahu Akhbar" y falafel para todos; si se cubren con kipá "Shemá Israel" y la casa invita a vino kosher.
Por lo demás, están tan cercanos como Demóstenes de Cantinflas.
Porque admitámoslo: el discurso de ayer estaba muy bien escrito. Apelaba con tanta eficacia al orgullo comunitario islámico que nadie miró que el contenido es el de siempre: en Afganistán nos quedamos porque no hay más remedio, Irak está mejor ahora que antes y ya nos iremos pasico a pasico, Israel y Palestina tendrán que convivir, el roce hace el cariño y aquí nos queremos todos. Lo aderezas con su innegable carisma, media docena de referencias al "sagrado Korán" y un recuerdo de su infancia en Indonesia y lo sirves bien calentito. Es receta que nunca falla.
Eso sí, por cotejar las referencias históricas con una enciclopedia tampoco iba a pasar nada.
La contribución musulmana al Renacimiento en Europa es más que discutible pero, si se dice rápido y convencido, puede colar. A fin de cuentas, la ocupación turca de Constantinopla favoreció la emigración a Italia de notables estudiosos cargados de manuscritos griegos. El elogio a la tolerancia del Califato cordobés (756-1031) en tiempos de la Inquisición (1478-1821) tiene tan mala defensa como elogiar la conducta del presidente Washington (1732-1799) en la batalla de Gettysburg (1863).
Claro que, bien pensado, no deja de ser verdad. Los califas cordobeses toleraron los desmanes de la Inquisición sin decir esta boca es mía. Ayudó mucho que estuvieran muertos y enterrados.
4 comentarios:
Bonito discurso el de ayer. Con perlas como estas, Capitán, conseguirá usted aficionarme a la literatura política cuando se me acaben las series de humor británico que consumo ahora en mis ratos libres.
Qué generoso se ha levantado hoy, mi capitán. El discurso fue una estafa intelectual de arriba abajo...
Es cierto,estuvo lleno de datos incorrectos históricamente.
Coincido con el anónimo, esta usted demasiado generoso mi Capitán.
Me resisto a emplear el término histórico, cómo le llamaremos a algo cuando ese algo realmente lo sea, galáctico ? (Leire Pajín dixit), dejémoslo en... necesario.
Cuídese mi capitán, le dejo un abrazo.
Imprescindible
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