jueves, junio 08, 2006

De la República Ficticia del Perú

Mi madre teme las servidumbres de la vejez y su cohorte de achaques y decrepitudes. Por ello, ahorra meticulosamente una respetable cantidad que, llegado el momento, empleará en "contratar a una peruana para que la cuide".

Se preguntarán ustedes a qué obedece tal capricho étnico y qué ventaja se supone que tengan las peruanas sobre el resto de habitantes del planeta. Yo les aclaro que no hay tal capricho: el Perú al que se refiere mi madre, es un país mítico habitado por mujeres bajitas, de raza amerindia e insuperables habilidades en el cuidado de personas discapacitadas: la República Ficticia del Perú.

Cierto es que existe un Perú verdadero habitado por gentes del más diverso pelaje y las más variadas ocupaciones. Un país como Dios manda, con valles y montañas, playas, acantilados, pueblos, ciudades y selección nacional de fútbol. Sin embargo y a los efectos de este post, ya pueden ustedes haber nacido en el centro mismo de Lima que, si son varones, altos, blancos, negros, amarillos o no han tenido jamás a su cargo el cuidado de un anciano, carecen de todo derecho a tenerse por ciudadanos de la República Ficticia del Perú.

No, no estoy loco, todo esto tiene su explicación.

Una de las mejores amigas de mi progenitora tiene a su vez una madre de provectísima edad. Hace unos años la salud de la buena señora estaba en un estado tan calamitoso que los médicos la dieron por desahuciada en plazo de pocos meses. Desolada por la noticia, pero sensible a las necesidades de una larga convalecencia, la hija contrató a una mujer peruana de nombre improbable y experiencia en la materia para que velara por el buen cuidado de la anciana. La enfermera, a quien otorgaremos el supuesto nombre de Eduviges para mayor comodidad del discurso, comenzó a ejercitar su labor con enorme diligencia. Además mostró una habilidad sorprendente en todo aquel trabajo para el que su ayuda fue requerida.

Toda esta actividad se mostró inútil para sanar a la enferma, cuya situación empeoraba. A tal punto había llegado el deterioro de su salud que ni conservaba el entendimiento ni era ya capaz de ingerir alimento sólido. Lejos de descorazonarse, doña Eduviges preguntó a su empleadora si le permitía emplear con la anciana un remedio de su tierra natal.

Perdidas todas las esperanzas de volver a ver sana a su madre, la señora autorizó a la serrana a realizar lo que tuviera por necesario. Doña Eduviges regresó con una maleta llena de hierbas, atadijos de sospechoso aspecto y otras curiosas materias, seleccionó unas cuantas, preparó un maloliente cocimiento y se lo dio de beber a la anciana.

Ignoro qué contenía aquel bebedizo, pero los efectos fueron sorprendentes: el entendimiento no pudo recuperarlo, pero si a la hora de comer pones delante de la abuela un buey relleno de pajaritos te deja los huesos mondos. De momento, ya es centenaria y parece dispuesta a enterrar al resto de la familia sin variar en un ápice la digna pose de momia del altiplano que se le quedó tras el tratamiento.

Ni que decir tiene que doña Eduviges, cima de las habilidades doméstico-sanatorias y honra de las mujeres de su raza, se ganó un aumento de sueldo, más horas libres, cuanto quiso pedir por añadidura y el reconocimiento infinito y perpetuo de aquella familia. Tiempo después, se buscó empleo más cómodo y remunerativo sin que de ella se volviera a saber. Resulta lógico, genios de tal calibre son difíciles de retener.

Desde entonces, mi madre no concibe su ancianidad sin tener a su servicio una habitante de la República Ficticia del Perú que la cuide, la sane y si necesario fuere, la momifique en vida. La verdad, no me extraña. Yo me pido otra.

7 comentarios:

Misia dijo...

Es que ser descendiente de los nazca, incas, moches, tiahuanaco y demás marca mucho. Por cierto, en aquellas tierras hay chamanes que trituran las momias de los antepasados para hacer medicinas, según algunos tienen poderes curativos... a lo mejor Eduviges era una suerte de chamán-robatumbas que le dio a la señora mejunje de momia para dejarla tiesa pero respirando y comiendo.

CGI MANAGEMENT dijo...

Si tú ya tienes a Teo. Como sean incompatibles, la lías.

Isabel dijo...

Y yo me pregunto: ¿De qué te sirve vivir cien años si no te enteras de nada?

Un besote y quítale a tu madre la idea de la cabeza si no la quereis tener momiificada en el sofá para siempre.

Isabel dijo...
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DesiTur dijo...

Hoy he descubierto a un Teo en la mesa de uno de mis jefes. Estaba a la sombra del ordenador, supongo que para reforzar sus poderes divinos gracias a las ondas malignas del susodicho ordenador...

Me he acordado inmediatamente de ti, capitán.

Anónimo dijo...

Bueno, en lo de las mujeres bajitas no se equivoca.
Quedarías de elegante, en plan momia...

Achab dijo...

Misia:

Comer momia para hace rmomias... interesante idea.

Florecilla:

Bueno, son del mismo ocntinente, tan mal no se pueden llevar.

Ma'heona'he:

Yo tengo una mata de tréboles que va para cien años, no se entera de nad ay parece tan conforme.

Schere:

Dios santo, se agrupan, peligro.

Rubiadelamuerte:

Y estaría calladito, que ya sería un progreso.