viernes, noviembre 16, 2007

De cómo por envidia se perdió la China

Habíamos dejado ayer al señor Chonghuan en la cúspide de su gloria: desde los más oscuros escalones del funcionariado, el habilidoso mílite se había elevado a lo más encumbrado de la sociedad imperial. Tan rápido ascenso, no obstante, atrajo muchas miradas y no todas amistosas.

Con justo odio le miraba el sucesor de Nurhaci, Huang Taiji. Motivos no le faltaban. En primer lugar, Yuan era el principal responsable de la muerte de su padre, cañoneado en el campo de batalla. Por añadidura, desde que Yuan comandaba los ejércitos del norte, los antaño invencibles manchúes no paraban de perder batallas, prestigio y terreno. Más injusto era el rencor que le profesaban los eunucos de la corte, quienes, después de haberse dejado los huevos -literalmente- al servicio del emperador contemplaban apesadumbrados como el advenedizo militar los aventajaba en fama, riqueza y honores.

Huang Taiji poniendo cara de malo

Tras varios reveses en el campo de batalla, el manchú se hartó de jugar limpio. Mandó escribir amistosas cartas a su enemigo, las firmó con su sello personal, las acompañó de oro y regalos y las envío... a los eunucos de la corte. Los envidiosos cortesanos, ansiosos por librarse del exitoso militar, presentaron las cartas al estupefacto emperador. Este, creyendo haber descubierto la más reprobable de las traiciones, condenó al acusado a la más horrible de las muertes: el Líng Chí o suplicio de los mil cortes.

¿Tortura china? ¿Alguien dijo tortura china?

Antes de ser ritualmente mutilado, Chonghuan se permitió la chulería de dictar un poema de despedida:

"El trabajo de toda una vida ha de quedar inconcluso. /Mi fama y mi gloria parecen cosa de sueños. / Sin embargo, no me preocupa que tras mi muerte falten guerreros, / pues mi fiel espíritu seguirá protegiendo Liaodong."


En chino, el poema no sólo suena mejor. Además rima.


Lo malo es que los espíritus, por fieles que sean, no disparan cañones. Los manchúes sí.

En 1643, pocos años después de su muerte, los ejércitos de Fulin, hijo favorito de Huang Taiji, tomaban Pekín.

6 comentarios:

Tamaruca dijo...

Castigo de los mil cortes,
no sólo das grima,
sino que impides
en chino ver la rima.


(...)


Y esta es una de las razones por las que nunca escribo versos.

Nepomuk dijo...

Qué guionista se perdió Ang Lee... ¡¡los pelos como escarpias que tengo al leer el poema ese chino del que no entiendo una puñeta!! ¡¡como escarpias!! mira, mira...

Hala, ahora traduce los kanji de mi página.

Anónimo dijo...

Cuidado querido Capitán con los eunucos propios, que en su caso bien podrían ser el resto de opositor@s.
No es por dar miedo....., es sólo precaución amigo opositor.

Esther Hhhh dijo...

Ains Capi, pues a mi me ha molado la Ling Chi, esa. Yo creo que voy a aprender el arte de la tortura china de los mil cortes, que suena genial, y a practicar con ciertos individuos, jejejejeje... Ains Capiiiii si es que siempre me dais unas ideas muy pero que muy buenas... ¿quereis ser mi primera víctima?... No, mejor vos no, que me dejais sin Capi, voy a buscarme otro ¿algún voluntario? jejejejejeje (esta es una de mis sonrisas maliciosas con cara de demonieta, que conste).

Besitos

suri kata dijo...

La famosa envidia co-china.

Achab dijo...

Tamaruca:

Poderosa razón, sin duda.

Nepo:

Pues así a bote pronto sólo he reconocido tres de los cuatro:

Yôu: amigo

Xin: Corazón

Sheng: vida.

El cuarto me es desconocido como los fértiles campos que riega el Yang-Tsé.

Sirenita:

Yo me cuidaré, no sea que em hagan pupa.

Esther:

¡Quita bicho! Practica con el gato.

Suri-kata:

La misma.