Espectros

Esta mañana, mi concentrado estudio de la fianza civil se ha visto interrumpido por unos sonidos de claro origen coital. Gruñiditos, jadeos, imprecaciones: ¡ay sí!, ¡ay, no!, ¡ay! a secas y ¡ay! con lubricación... Lo normal en estos casos.

Comprobado lo difícil que es concentrarse con tal música en los oídos, he optado por satisfacer mi curiosidad y averiguar qué vecinos celebran con tanto ánimo y cuniculoso afán la festividad laboral. Cual un zahorí de coyundas me he desplazado por el hogar tratando de determinar dónde se oía el trajín con mayor intensidad y he acabado en pleno centro del salón. Descartados los vecinos de arriba por no existir y los de abajo por haberse mudado dejando el piso vacío, sólo me cabe concluir que en mi casa se ha instalado una pareja de ectoplasmas rijosos condenada a reiterar su pecado por toda la eternidad.

O eso o que construyeron el edificio sobre un putiferio indio, que todo pudiera ser.
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