Desde que el dramaturgo y actor francés Jean-Baptiste Poquelin, alias Molière, estiró la pata sobre el escenario enteramente vestido de amarillo, dicho color arrastra fama de gafe. ¡Paparruchas! La muerte, sólo hay que ver cómo se viste, es completamente ciega al color. De todos modos y colorines aparte, mejor es morir de repente haciendo lo que te gusta que hincar el pico con trabajo en un mugriento hospital de caridad.
Algo por el estilo ha debido de pensar Robert Müller, deportista germano, quien, tras ser desahuciado por los galenos, se ha puesto a entrenar sin descanso para volver a jugar en la liga alemana de hockey sobre hielo. Un reto de grueso calibre, ya que los médicos le dan por muerto al poco de llegar el año nuevo.
Si consigue su propósito, que todo indica que sí, el valiente Robert Müller, saltará a la cancha con su indumentaria habitual, la cual, ya lo habrán visto en la foto, es tan amarilla como el vestuario de Molière.
3 comentarios:
Ains Capi, no me digais que no es romántico este nexo de unión entre las artes y el deporte... Hablando más en serio, creo que yo en su lugar hubiera optado por algo similar, como decía ahora no recuerdo bien que reina (hacedme memoria que vos seguro que recordáis) "prefiero morir de pie que vivir de rodillas".
Besitos
...no sé como andan los del hockey en fin de año, pero siendo un deporte de invierno igual el Müller no le queda tiempo ni para morirse.
Esther:
Romántico sí, pero el pobre las espicha al final.
Cubana:
Que no sería tan malo, supongo.
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