"La Tragedia del Rey Ricardo II", estática y solemne como un retablo de iglesia, no es una de las obras más populares de William Shakespeare. Contiene, sin embargo, valiosas lecciones sobre el arte de hacer política. A comienzos del quinto acto, el rey Ricardo, prisionero de su sedicioso primo Enrique, es el único obstáculo serio para la coronación de este.
Como quien no quiere la cosa, el rebelde sugiere la conveniencia del crimen con un descuidado endecasílabo:
"Have I no friend will rid me of this living fear?" (1)
Un cortesano pelota coge la sugerencia al vuelo y finiquita al prisionero. Cuando se dispone a cobrar su recompensa, Enrique se hace el ofendido, niega haber sugerido nada, lamenta lo dañada que quedará su reputación por semejante atrocidad y despacha al asesino con mármorea hipocresía:
"They love not poison who poison need, /Nor do I thee." (2)
El método admite adaptación a los tiempos modernos y seguidores tiene unos cuantos. "Hasta donde yo sé, nadie ha dado una orden" ha dicho el ministro Rubalcaba a cuenta del chivatazo del bar Faisán.
Lástima que en el siglo XXI esté de moda escaquearse en prosa. En verso quedaba mejor.
(1)- ¿No tendré un amigo que me libre de esta viviente amenaza?"
(2)- "No aman el veneno quienes lo necesitan, ni tampoco yo a ti."
3 comentarios:
No se queje, Capi, al menos la prosa de Rubalcaba es buena: Tan cuidada e inverosímil como la de un Bhagavad-Gîtâ cualquiera.
Hmmmm...teniendo en cuenta que ya estarán barajando el siguiente paso (reconocemos el error pero fue cosa de fulanito), el tal fulanito debe estar sintiendo ya el aliento del linchamiento.
¿A quién le endosarán el mochuelo?
Grénmabar:
Engualico.
Petete:
Al que lo hizo, para que aprenda a obedecer.
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