Deudas morales

Los que gustamos de discutir de política frente al ordenador o de solucionar los problemas del mundo delante de un café con soconuscos nos olvidamos a veces de la gente que, por intentarlo de veras en una concejalía de pueblo, se arriesga a que le paguen su esfuerzo con cincuenta gramos de plomo y dos metros cuadrados de buena tierra española.

La obligación moral que tenemos con ellos sólo puede pagarse de un modo. Busquen el partido político que más les convenza o, en su defecto, el que menos miedo les dé y el domingo, antes del almuerzo o después del café, depositen un voto a su favor en la urna correspondiente.

Y que Dios, o quienquiera que sea el que lleve los mandos de este globo azul, enloquecido y cruel, ilumine al que salga vencedor.
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